Alacrán enamorado

«Violentos son los telediarios». Con estas palabras respondió Carlos Bardem, autor de la novela homónima publicada en 2009 en la que se basa Alacrán enamorado (Santiago A. Zannou, 2013), cuando en una rueda de prensa fue preguntado acerca de si la última película del director de El truco del manco (2009), le parecía violenta. Y, lo cierto, es que el reconocido actor no pudo estar más acertado. Epopeya de la superación y el esfuerzo, de la capacidad de la toma de decisión del individuo a la hora de saber con quien codearse -una especie de «dime con quién andas y te diré cómo eres»-, Alacrán enamorado es, ante todo, una feroz condena al odio, ese que diariamente se asoma por los informativos en nuestros hogares. Un odio en toda su extensión, aunque focalizado en un racismo que nunca deja de latir; una pestilente e incesante plaga que esos telediarios de los que habla Bardem -los que son, o deberían ser, los medidores del estado de salud del país y del mundo, en sincronía con el espíritu claramente universal del film- recoge en sus ediciones diarias; noticiarios que ilustran agresiones xenófobas del calibre de las que nos narra una película que nos recuerda hasta qué punto se sigue prodigando el culto a la exclusión, a destruir al extranjero, a la de, en definitiva, sinrazón. 

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Carne Trémula

Carne Trémula (1997), decimotercera película de Pedro Almodóvar, supone un título especialmente significado en la filmografía del manchego al ser su primera obra -y segunda hasta la fecha, tras La piel que habito (2010)- en la que partía de material ajeno. Muy atractiva debió resultarle la novela homónima de Ruth Rendell al cineasta para abandonar la que, hasta ese momento, fue una de sus máximas más rotundas: el construir un film en torno a su propia idea original. Una jugada arriesgada por la que Almodóvar, tomando las riendas del proyecto desde el primer momento y haciendo suya una novela que trasladó a la gran pantalla con la ayuda de los prolíficos Ray Loriga y Jorge Guerricoechevarría, no renunció a su seña cinematográfica. Carne trémula, antesala de la auténtica etapa de madurez creativa de su autor -dos años después llegaría Todo sobre mi madre (1999) y, con ella, el unánime aplauso de la crítica y el absoluto reconociendo internacional-, me gusta principalmente por su forma de entrelazar a su quinteto protagonista y por la aptitud del director para manejar el tiempo narrativo con soltura, a través de unos interludios y elipsis temporales -algunas de hasta 20 años- que aportan profundidad a la historia. 

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Huevos de oro

Predecesora de La teta y la luna (1994), película con la que Bigas Luna concluía su peculiar trilogía sobre el macho hispánico que dio inicio con Jamón jamón (1992), en la igual de sorprendente Huevos de oro el catalán nos ofrece una película netamente castiza, tan desaforada que no le importa parecer excesiva y tan singular que bien podría situarse entre lo trascendental y lo meramente cómico. No hay término medio para un film construido en torno a la figura de un Javier Bardem que, con la poderosa creación de ese prototipo de la España cañí y profunda de nombre Benito González, ofrece uno de sus mejores recitales interpretativos. Nadie como él para elaborar, sin caer en el ridículo, el complejo retrato -o caricatura- de ese ser engominado, machista, posesivo, celoso, amante de las combinaciones imposibles de ropa, los looks tan estrafalarios como horteras y, además, fan de Julio Iglesias. El diseño del personaje, es por tanto, brutal, y posee la suficiente fuerza para levantar por sí mismo una película, no obstante, irregular.

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Jamón jamón

Que la juventud, el erotismo y el sexo ocupan una parte importante de la filmografía de una de las voces más singulares de nuestro cine como es Bigas Luna no es ningún secreto; si de algo dan buena fe obras como Las edades de Lulú (1990) o Huevos de oro (1993) es el notable empeño del barcelonés por perpetuar su inclasificable personalidad cinematográfica en sus trabajos; una personalidad que no entiende de pudores,  complejos, censura ni tampoco teme al qué dirán. Y, en esta línea, Jamón jamón (1992), ocupa un eslabón esencial. Obra tan excesiva como su propio director, con una puesta en escena tan visceral como realista, tan descarnada como contundente, pocas películas han reflejado mo esta las entrañas de la España cañí; un país castizo, impregnado por la pestilencia del machismo, cuyas raíces parecen contrarias a extinguirse por completo. Aunque, por encima de esta sarta de elementos tan reconocibles dentro de la cultura popular española como la dieta mediterránea -tanto el aceite de oliva, el ajo, el jamón serrano o la tortilla de patatas tienen un peso y una simbología vital en la trama-, lo que Jamón jamón nos cuenta es un potente drama donde se entremezcla la fuerza de la pasión y el deseo, con fatales resultados. 

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Skyfall

Skyfall (Sam Mendes, 2012), la confirmación de que, a sus 50 años, el espía británico sigue en plena forma, pone de relieve, además, lo bien que le sienta el nuevo siglo al legendario espía británico. 007 vuelve por la puerta grande con la película más ambiciosa y espectacular de la serie, mostrando fidelidad absoluta a máximas como la de no aburrir en ningún momento o el de proporcionar las dosis de adrenalina suficientes con el fin de satisfacer tanto a los seguidores de la saga como a los que no. Mendes respeta el arquetipo del mítico personaje creado por Ian Fleming -gadgegts, chicas guapas, persecuciones… o el propio sex-appeal que desprende el personaje-, pero adaptándolo a los nuevos tiempos; en Skyfall la tecnología tiene más peso que nunca, no sólo dentro de la propia trama, sino también en cuanto a la factura técnica del film. Y es que, no nos engañemos, en una cinta de estas características, los efectos especiales son de vital importancia y el director es plenamente consciente de ello, pues filma la película más trepidante de las 23 entregas. 

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Los lunes al sol

Paradigma de cineasta comprometido con los asuntos sociales más espinosos, Fernando León de Aranoa explora en Los lunes al sol (2002) el drama del desempleo, temática que le sirvió para terminar de revelarse como uno de los realizadores con más tacto y capacidad de denuncia del actual panorama español, además de como un auténtico visionario, ya que pocos años después estallaría de una de las más grandes crisis económicas de se recuerden. Aranoa, ese director que lo mismo te sumerge en las entrañas de la prostitución (Princesas, 2005), de la pobreza social (Barrio, 1998) o de la discapacidad (Amador, 2010), focaliza la lacra del desempleo en el proletariado y, en concreto, en ese colectivo social de escasa cualificación y edad madura que debe hacer frente como, de la noche a la mañana, le arrebatan su puesto de trabajo. En esta radiografía, no exenta de un alto grado de combustión emotiva, el director madrileño hace al espectador partícipe de hasta qué punto los resquicios y los agujeros del actual sistema capitalista son los responsables de un drama social que, como se nos recuerda en la producción, afecta principalmente a las clases más débiles. 

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Mar adentro

Hablar de Mar Adentro (Alejandro Amenábar, 2004), es hablar del cine como vehículo social y agitador de conciencias. Pocas películas pueden presumir de haberse convertido en un fenómeno sociológico tan relevante como el que supuso esta obra basada en la vida real de Ramón Sampedro, un tetraplégico que luchó hasta el último día de su vida para poder «morir dignamente». Su caso, uno de los más controvertidos de la España reciente, ocupó un lugar destacado en los medios de comunicación. Pocos podían imaginar que seis años después de aquello -1998-, uno de nuestros directores más visionarios iba a recurrir a él, máxime cuando sus anteriores películas eran Tesis (1996), Abre los ojos (1997) y Los Otros (2001). ¿Que un cineasta curtido en el género del terror iba a adaptar la vida de Ramón Sampedro al cine? Parecía cosa de locos. Pero Amenábar arriesgó. Y ganó. No sólo demostró ser uno de los creativos más versátiles y polifacéticos del cine español -músico, productor, guionista-, sino que además filmó una obra que, poniendo sobre la mesa una cuestión tan espinosa como la eutanasia, conquistó todos los rincones del planeta.

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