Diecisiete

Éramos muchos los que esperábamos lo nuevo de Sánchez Arévalo y, lo cierto, es que la espera ha merecido la pena. 6 años después de su último largometraje, la espléndida La gran familia española (2013), se estrena en Netflix -tan sólo dos semanas después de estrenarse en salas- Diecisiete, la quinta película del director, que ha aprovechado estos años de ausencia en la gran pantalla para, entre otras cosas, convertirse en finalista al Premio Planeta con su novela La isla de Alice, historia que tardó dos años en escribir y que espera convertir en serie de televisión algún día. El primer proyecto del director madrileño para la plataforma de streaming, que supone el cuarto largometraje español original de Netflix tras 7 años, Fe de etarras y Elisa y Marcela, es una de esas películas hechas con la vocación de gustar a todo el mundo. Vendida como «la feel-good movie de la temporada», Diecesiete es la típica película -o no tan típica, cada vez cuesta más encontrar trabajos así- que deja un agradable sabor de boca una vez llegan los títulos de crédito. Esperanzadora y tierna a partes iguales, es una cinta ideal para ver en familia. 

La historia tiene como protagonistas a Héctor (Biel Montoro) y Ismael (Nacho Sánchez), dos hermanos que se ven obligados a entenderse después de que el primero, de 17 años, se escape del centro de menores donde está interno para recuperar a un perro del que se ha encariñado en su terapia de reinserción con perros. Ismael, el tutor legal del pequeño -con el que su relación no es especialmente buena- le acompañará en esta misión. En las líneas que resumen esta sinopsis del film se encuentra la razón de ser de este proyecto tan optimista como gratificante: el hecho de que el destino sitúe a dos personas con una relación equidistante en una situación en la que necesiten entenderse el uno al otro. Este es uno de los principales atractivos del film: observar cómo la inexistente, casi gélida relación entre ambos hermanos, se va derritiendo conforme van pasando más tiempo juntos, dejando por el camino escenas y diálogos para la posterioridad –«para aprender a perder, primero hay que perder». El vínculo que se forja entre los dos hermanos -sublime Sánchez y grata revelación Montoro- desemboca en una emotiva escena final que, sin duda, es uno de los puntos álgidos del film. Si hubiera que señalar otra escena de cumbre sería la del paseo de los hermanos con la abuela en silla de ruedas por el pueblo. 

A medio camino entre el drama y la comedia, Diecisiete es una historia cargada de buenas intenciones que reivindica el amor en todas sus vertientes: el amor familiar, el amor hacia la tercera edad, el amor hacia los perros… incluso un amor hacia la naturaleza. Prueba de ello es el gran provecho que saca el cineasta de una provincia tan hermosa como Cantabria, que casi se podría decir que funciona aquí como un personaje más del film. El verde sus paisajes, la luminosidad de sus tierras, el esplendor de sus tierras… todo está filmado con una precisión y buen gusto exquisitos. Presentada fuera de concurso en el Festival de San Sebastián, el director de AzulOscuroCasiNegro o Gordos, vuelve a recurrir a temas comunes de su filmografía como la incapacidad de los hombres para explicar sus sentimientos, el incluir algún tipo de mensaje/enseñanza en sus trabajos -en este caso la cinta demuestra que para ganar hay que aprender a perder- o su obsesión por crear pequeñas grandes historias cotidianas, que al fin y al cabo han sido siempre el eje de su cine. Y todo a través de personajes cercanos, muy bien escritos, que ante todo desprendan naturalidad. Y, en este caso, filmado con una solidez admirable de quien ya es un veterano en la industria. 

A pesar de que no se desprende nunca de la sensación de película vista mil veces -quizá porque sus referentes, como Nebraska o Pequeña Miss Sunshine, parecen demasiado evidentes-, o que la previsibilidad y cierta manipulación emocional a través de la música terminen lastrando en cierta medida el resultado final, no hay duda que Diecisiete es una película con altas probabilidades de entusiasmar a un público que, en tiempos convulsos, cada vez busca más historias que le conmuevan y le hagan salir del cine sintiéndose mejor persona. Y aunque no está entre lo mejor del director, no hay duda que Diecisiete lo tiene todo para gustar. Lo más importante: tiene corazón, y eso nunca falla. 

 

 

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