Joker

Rara vez se genera tanta expectación mundial ante una película como con Joker (Todd Phillips, 2019), la ganadora del León de Oro en el último Festival de Venecia -galardón insólito para una película de cómics, que en realidad, no lo es en absoluto-. Pero más raro es que vean la luz películas a las que no se les puede sacar ni un defecto. Lo que vienen siendo películas perfectas. Y para quien todavía piense que la perfección no existe solo tiene que ver la nueva obra del director de la trilogía Resacón en Las Vegas, que cambia completamente de registro para ofrecernos la que es, sin ninguna duda, la película del año y una de las más importantes -por muchos y muy variados motivos- que se han rodado en lo que llevamos de siglo. Camuflada bajo la etiqueta de cine de superhéroes -sólo así puede explicarse que, en los estándares del sistema de producción del Hollywood actual, haya podido rodarse una cinta que critica de forma tan inmisericorde el sistema, que se muestre tan poco complaciente con él-, el director y co-guionista construye una obra en torno a un personaje tan enigmático como el Joker, del que se sabe muy poco a pesar de llevar formando parte de la cultura popular durante décadas.

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Los Vengadores: la era de Ultrón

Tras reformular el concepto de blockbuster y dar una dimensión narrativa hasta entonces desconocida al cine de superhéroes con su primera parte, llega ahora Los Vengadores: la era de Ultrón (Joss Whedon, 2015), la continuación de las aventuras de este grupo de superhéroes Marvel creados por Stan Lee y Jack Kirby. Eran muy altas las expectativas hacia esta nueva entrega, no sólo por tratarse de personajes tan afianzados en la cultura popular, sino por las cifras de récord que dejó en su camino Los vengadores, como sus 1.200 millones de dólares de taquilla o su título de película más taquillera del 2012. Capitanea la jugada  nuevamente Whedon, realizador de culto tanto en cine como en televisión también firmante del guión. La pregunta, por tanto, es clara: ¿cumple Los vengadores: la era de Ultrón con todo lo que se esperaba de ella? La respuesta lo es aún más: no. Estamos no sólo ante una película claramente inferior a la primera parte, sino a una historia innecesariamente alargada, aburrida y sin ningún atisbo de mesura. Una película que pretende ser tan espectacular, tan falsamente épica y tan de todo, que no tarda en revelarse como un batiburrillo de excesos absolutamente agotador. 

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Zipi y Zape y el club de la canica

A lo largo de su historia, la adaptación del cómic en España ha estado, en líneas generales, más cerca del éxito –La gran aventura de Mortadelo y Filemón (Javier Fesser, 2003), Arrugas (Ignacio Ferreras, 2011)- que del descalabro – Capitán Trueno y el Santo Grial (Antonio Hernández, 2011)-.  Zipi y Zape y el club de la canica (Óskar Santos, 2013) viene a sumarse al primer grupo, aquel en el que por encima del mayor o menor grado de fidelidad del material adaptado, la película termina por hacerse recomendable. Pues bien: este es la cinta que me hubiese gustado ver siendo un niño. Y he de decir que por aquel entonces era un cinéfilo bastante exigente: no todo bastaba para entretenerme. Al contrario de lo que la gente cree, el público infantil es un sector difícil de saciar y que una película termine por cumplir sus expectativas es un reto al que las productoras se enfrentan cada vez con mayor ambición. A este colectivo está dirigida especialmente la nueva adaptación a pantalla grande de los personajes que Luis Escobar creó en los años 40 para la Editorial Bruguera. Y digo nueva porque en 1982 ya tuvo lugar la primera película en carne y hueso de este par de traviesos hermanos en la más caricaturesca que otra cosa Las aventuras de Zipi y Zape (Enrique Guevara).

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Superman: la película

Aunque no fue la primera adaptación de este icono popular a la gran pantalla, Superman: la película (Richard Donner, 1978) sí que fue pionera al convertirse en el primer largometraje de superhéroes concebido para devorar las multisalas, para explotar al límite su filón comercial. Algo totalmente lícito, máxime cuando la propuesta no se deja contaminar por el espíritu de ninguna franquicia rodada hasta la fecha, más allá de unos títulos de crédito en clara sintonía con los de La guerra de las galaxias. Episodio IV. Una nueva esperanza (Josh Lucas, 1977) o el carácter eminentemente épico de su banda sonora, obra de John Williams. En Superman: la película todo huele a fresco, a original, a auténtico, todo lo contrario a la última entrega del personaje de la DC Cómics, El hombre de acero (Zack Snyder, 2013), donde todo queda impostado y artificioso. Con un holgado presupuesto de 55 millones de dólares -muy superior a lo que se manejaba en la época-, Donner abrió la veda, quizá sin pretenderlo, a la edad de oro actual del cine de superhéroes, además de sentar muchas de las bases del cine de ciencia ficción. 

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El hombre de acero

Desde que en 1948 se estrenara Superman (Spencer Gordon Bennet & Thomas Carr), primera adaptación del famoso superhéroe en cine a través de un serial de 15 episodios, el séptimo arte ha ido alumbrando -con más desgracia que fortuna- numerosas criaturas que tomasen como referencia al personaje que el guionista Jerry Siegel y el ilustrador Joe Shuster parieron en 1938 en el nº1 de Action Cómics. Décadas después, Superman: la película (Richard Donner, 1978) se convertía en el film que, a día de hoy, sigue ostentando el trono de la mejor adaptación del héroe jamás filmada.  Ni sus sucesivas secuelas -a excepción de la segunda, en la que Christopher Reeve terminaría consagrado de por vida por este papel-, ni las posteriores re-escrituras del personaje han estado a la altura. El último en sumarse a la lista ha sido El hombre de acero (Zack Snyder, 2013), un fiasco que duele especialmente por sus colosales dimensiones: 225 millones de dólares -la entrega más cara de la serie- y una campaña de marketing -en la que, incluso, se llegó a comparar al hombre de los calzones rojos con Jesucristo- tan espectacular y pretenciosa como la propia película.

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Pollo con ciruelas

La contención y posterior explosión de emociones sostienen los andamiajes de Pollo con ciruelas (Marjane Satrapi & Vincent Paronnaud, 2011), adaptación de la novela gráfica homónima de la propia directora, también ilustradora de éxito. Ambientada en el Teherán de los años 50, esta tragicomedia recupera la estética del cine de esta década para ofrecernos un relato acerca del poder del recuerdo, de la pérdida y del amor más allá de los infortunios del destino. Los directores de Persépolis (2007) construyen una amarga fábula que, disfrazada de tintes posmodernos y surrealista, no es más que una tragedia griega clásica pura y dura. Tras mantener una airada discusión con su esposa y descubrir que su apreciado violín está roto, el prestigioso músico Nasser Ali Khan (Mathieu Amalric) se refugia en la soledad de su habitación donde, al tiempo que hace un exhaustivo balance de su vida, plantea suicidarse. La película, pues, esbozará la radiografía de los hechos más significativos de su existencia y, sobre todo, qué es lo que verdaderamente ha llevado a este artista a tomar semejante decisión. 

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El caballero oscuro

Christopher Nolan dilapidó el concepto de que segundas partes nunca fueron buenas y, manteniendo la frescura y duplicando el efecto sorpresa de Batman Begins (2005), primera parte de su trilogía sobre el hombre murciélago, sorprendió a propios y extraños con El caballero oscuro (2008). Con el mismo plantel de actores –a excepción de Katie Holmes, que fue reemplazada por Erica Edwards en el papel de Rachel Dawes, el amor de Batman– y la misma dosis de energía con la que afrontó el primer proyecto de la saga, Nolan da continuación a su adulta mirada al mítico personaje. El resultado es una película mucho más compleja, más extensa en todos los sentidos, donde el director volvió a reafirmar a Batman como lo que es: un símbolo del Bien que representa los valores más puros del ser humano. Con un villano de excepción, el Joker (excepcional Heath Ledger en una interpretación por la que recibió un Oscar póstumo), la película no cae en el mismo error que Tim Burton, que dedicó más secuencias al archiconocido enemigo del justiciero de la noche, entonces interpretado por Jack Nicholson, que al propio héroe. Nolan sigue empeñado en desentrañar y adentrarse en el comportamiento humano y filosófico de su rol principal, aunque aquí se muestre más interesado en rematar la propia identidad del personaje que en indagar en unos orígenes que ya quedaron explicados en la primera parte de la saga; para ello, además de coescribir la historia, contó con un presupuesto de unos bien aprovechados 180 millones de dólares que le permitieron dotar a su proyecto de una impecable realización, unos espectaculares escenarios y, en resumen, una calidad artística prácticamente impensable en el cine de superhéroes hace una década. Un arsenal de virtudes que se vio recompensado, además de por su posición en lo más alto de las películas más taquilleras de la historia, con un total de 8 nominaciones a los Oscar.

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The Amazing Spider-Man

No era fácil embarcarse en la aventura de renacer una saga de un superhéroe tan mítico como Spider-Man, máxime cuando éste ya contaba con una extraordinaria trilogía dirigida por Sam Raimi. Pero Marc Webb arriesgó y ganó. Con The Amazing Spider-Man (2012) el director consigue uno de los blockbuster más contundentes y atípicos de los últimos años; lo primero, por su estratosférico presupuesto -200 millones de euros-, sus 136 minutos de duración y por su capacidad de quedar grabado en la retina del espectador. Lo segundo, porque se trata de una película de acción donde, precisamente, las escenas de acción no son las que más peso tienen -de hecho la primera escena entre Spider-ManEl Lagarto tiene lugar casi a la hora y media de función-, algo que, por otro lado, puede desagradar a quien esperara algo diferente. Pero Webb se mantiene fiel a la esencia de los cómics, tal y como hizo en su día Raimi; porque Spider-Man es mucho más que la lucha contra héroes y villanos. Es la historia de Peter Parker (Andrew Garfield), un adolescente de 17 años que saca buenas notas y que vive enamorado de su compañera de clase Gwen (Emma Stone), personaje que es rescatado después de que Bryce Dallas Howard lo interpretara en Spider-Man 3 (2007). Tras enfrentarse a la desaparición de sus padres, pasará a vivir con sus tíos May (Sally Field) y Ben (Martin Sheen). No obstante, su vida dará un giro radical cuando, por un lado, descubra un maletín perteneciente a su padre que le llevará a relacionarse con el peligroso Dr. Curt Connors (Rhys Ifans) y, por otro, cuando su tío Ben sea asesinado.

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