Resulta inevitable mencionar a Mar Adentro (Alejandro Amenábar, 2004) a la hora de analizar otra película sobre la tetraplejia como es El pie izquierdo (Jim Sheridan, 1989). Aunque ambas comparten esencia temática, además de hacer un llamamiento a favor de la integración social de estos enfermos, el trasfondo es radicalmente opuesto: si bien la primera, basada en la vida real de Ramón Sampedro, constituye uno de los alegatos a la eutanasia más rotundos jamás rodados, la segunda aboga por todo lo contrario. La obra del siempre comprometido Sheridan -autor de Hermanos (2009) o En el nombre del padre (1993)- biopic del escritor y pintor irlandés Christy Brown, también rinde homenaje a todos esos individuos anónimos aquejados de parálisis, aunque aquí la palabra eutanasia no aparece por ningún lado. Al contrario que Sampedro, que repetía que «la vida así no es digna» y reclamaba ante los juzgados que «vivir es un derecho y no una obligación», el protagonista de El pie izquierdo, un Daniel Day-Lewis en la que fue la mejor interpretación de su carrera -Oscar incluido-, siempre encuentra un motivo para seguir viviendo. Podríamos establecer semejanzas, en este sentido, con otro de los ciclones cinematográficos del cine reciente: Intocable (Eric Toledano & Olivier Nakache, 2011). No obstante, interpretaciones y mensajes morales aparte, las tres películas mencionadas se hacen más necesarias que nunca no ya sólo por hacer recordar al espectador que estas personas existen, y están ahí, sino porque supone la reivindicación de valores cada vez más escasos en nuestro entorno como la integridad social y el respeto.
Ambientada en Dublín de mitad del S.XX, este relato autobiográfico abarca diversos periodos de la vida de Brown, desde su adolescencia hasta su madurez. Se sigue, por tanto, una narración alejada de cualquier orden cronológico, donde se juega en todo momento con los tiempos narrativos. Igual de fascinante resulta la actuación de éste en su etapa adulta -nos llegamos a creer que está realmente enfermo de parálisis cerebral atetoide- como los demás actores que le dan vida en estas otras edades, evidenciando una cuidada labor de casting. El título de la película hace referencia a la única extremidad de su cuerpo que Brown puede controlar -y a la cual se le dedica, muy acertadamente, el primer plano de la película-, explotando así sus dotes de escritor y pintor, campos en donde alcanzó gran popularidad y se mostró al mundo como un auténtico artista, además de demostrar suplir con creces su dificultad para hablar y para desplazarse; un pie que no sólo es el auténtico protagonista del film, sino que simboliza el valor de la constancia, la lucha y la fuerza de voluntad. En este sentido, no se entra en valoraciones morales, sino que la película se limita a ser un fiel retrato de la vida de un hombre que se erigió como uno de los casos de superación personal más mediáticos del siglo pasado.
Pero en El pie izquierdo, que puede presumir como toda cinta británica que se precie de un gran nivel de factura técnica y ambientación, no sólo nos muestra el día a día de este ser que supo hacer frente a la adversidad con una tenacidad elogiable, sino que se adentra en el entorno familiar («se ha enamorado de la doctora. Puede sufrir mucho: un cuerpo roto no se puede comparar al de un corazón roto», le confiesa la madre de Brown -la también ganadora del Oscar Brenda Fricker- a su marido) y social del discapacitado. Por ejemplo, cuando éste se enamora de su cuidadora, la sociedad se ríe de él al considerar que un inválido no tiene derecho a enamorarse, mucho menos a ser correspondido -asunto sobre el que también versaba la antes citada Mar Adentro-, un tópico injustamente instaurado en determinados círculos sociales que la película se encarga de desmontar con ese impecable tramo final, el más emotivo y vital. El último plano, congelado, representa un importante punto y seguido en la vida de este luchador nato, erigiéndose como una imagen para la posterioridad y sobre la que se puede -y debe- reflexionar.
En una obra con referencias nada casuales a Hamlet, y a su obra Ser o no ser («no deberías sentir lástima por tí mismo», le recomienda la doctora), destaca un guión coherente, quizá en ocasiones demasiado rígido y acompasado, pero alejado del morbo o cualquier sentimentalismo barato; Sheridan huye de cualquier tipo de tentación y, en un alarde de valentía, apuesta por una historia en teoría poco cinematográfica que, a pesar de la avalancha de galardones que cosechó, aún sigue siendo desconocida por el gran público. Quizá, a pesar de su admirable trabajo, lo que se le puede achacar a la película sea lo que en principio es su principal virtud: una interpretación desgarradora de Lewis capaz de levantar por sí sola la película, pero tremendamente explotada debido a un guión que le otorga el cien por cien del peso de la narración. Sí, está claro que estamos ante un biopic y que es la figura del enfermo sobre la que versan los acontecimientos, pero no hubiese estado de más adentrarse en el mundo interior del resto de personajes secundarios, en definitiva, de ese entorno social al que antes hacíamos referencia.
A veces irregular, tediosa, originando la sensación de estar ante una continua exposición de acontecimientos muy poco ligados entre sí, Mi pie izquierdo puede presumir, no obstante, de una correcta duración, de ser todo un ejercicio de concisión y de claridad a la hora de exponer un caso real tan espinoso, además de ser una de las películas con más carga social que se recuerden. Su visionado es recomendable y, su debate posterior, obligatorio.
Me gustó mucho la película aunque no la recuerdo con detalle porque la vi hace tiempo. Como tú bien dices, la carga principal es la actuación del protagonista. El tema es delicado y, efectivamente, está tratado con gran respeto y sin morbo, dando una imagen de veracidad e invitando a la reflexión.
¡Mar! Debes ser de las pocas personas que conozco que han visto esta película. Yo la vi el otro día por primera vez y me impactó la actuación del protagonista, tan verídica. Me alegro que te guste! 🙂
Es absolutamente increíble la interpretación de Day Lewis. El espíritu de superación que emana de la película es conmovedor en cada una de sus escenas. Es una película constituida por ciclos, en cada etapa de maduración hay dolor al principio para después elevarse y superarlo, dando a entender que todo es posible pese a cualquier limitación. Como bien dices ese pie representa algo más que un apéndice móvil…
Gracias por leerte la crítica y por tu comentario. «Mi pie izquierdo» es una de esas películas que te marcan, sobre todo por la actuación del protagonista, que consigue que lo creas absolutamente. Además aborda un tema espinoso con delicadeza y hace pensar al espectador… por todo ello me parece una película perfecta y, a día de hoy, algo olvidada. Gracias por reivindicarla con tu comentario. Un abrazo!