Gravity

Recuerden esta fecha: 04/10/2013. Es el día en el que el cine cambió para siempre. Comparable a lo que en su momento se vivió con la transición del mudo al sonoro, o al terremoto entre el paso del blanco y negro al color, esta fecha del calendario pasará a la historia como el de la plena constatación del 3D para llevar al séptimo arte a, literalmente, otra dimensión. El artífice de semejante proeza, esta de convertir incluso al más profano de este revolucionario método narrativo, es un Alfonso Cuarón que ha parido un proyecto que ha logrado una unanimidad crítica a la que este cronista es incapaz de encontrar precedente tras siete años de sequía cinematográfica. Gravity (2013), la excelsa criatura del mexicano, ha venido no sólo para quedarse, sino también para sentar un precedente del que dentro de unos años se hablará en las escuelas de cine. Auténtica sinfonía para los sentidos, esta obra magna del celuloide se erige como una hiperrealista experiencia capaz de dejar al espectador más experimentado en los terrenos del thriller y la ciencia ficción agotado. Exhausto. Rendido ante un espectáculo visual que el cine ofrece con cuentagotas. En cualquier caso Gravity no es cine. Es algo más: es una experiencia (vital, emocional, física) de primer orden, dueña de la fuerza visual y narrativa necesaria para transportarnos a territorios nunca antes conocidos. 

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La película se desarrolla en su (casi) totalidad en el espacio exterior, un lugar en el que la ingeniera médica primeriza Ryan Stone (Sandra Bullock) y el veterano astronauta Matt Kowalsky (George Clooney), deben hacer frente al accidente de su nave espacial; un inesperado infortunio que les dejará dando vueltas en la infinidad del espacio y tras el que intentarán regresar al planeta Tierra. Mucho se ha escrito del argumento, pero conviene subrayar lo más importante: más allá de su glorificación de la belleza del universo, de ese cosmos en el que muchas veces olvidamos que estamos inmersos, lo que subyace en Gravity es una implacable metáfora de un mundo en el que el ser humano parece predestinado a dejarse engullir por los agujeros negros; una época en la que las personas, fruto del convulso y complejo panorama social, parecen encontrarse a la deriva. Aparte de esto, esta angustio periplo es, más que un viaje espacial, una travesía por los miedos más primarios del ser humano: a la muerte -atención al episodio en el que la novata Stone no le queda otra que asumir su defunción-, la incertidumbre y el pánico a lo desconocido. Gravity sucumbe al trascendentalismo, y a mucha honra: la lista de temas -y subtemas- de enjundia de los que habla es inabordable.

No tened miedo en proclamar al personaje de Sandra Bullock -que ya empieza a sonar con fuerza, y con razón, en todas las candidaturas al Oscar, tras su discutible galardón por la empalagosa y excesivamente larga The Bling Side (John Lee Hancock, 2009)- en toda una heroína de nuestro tiempo: en la personificación de valores como la templanza, en la demostración más absoluta de cómo incluso arrastrando una vida hecha trizas -¿acaso hay algo peor que perder a una hija?- da una lección de anteponerse a la adversidad, en ser un ejemplo mayúsculo de constancia y supervivencia en una situación límite. El director deposita sobre la actriz el 80% del peso de la película y no se equivoca: en su rostro se refleja esa vulnerabilidad de la especie humana de la que aquí se nos habla -ojo a su «embrionaria» escena el interior de la nave, uno de los fotogramas del año-, en cada uno de sus gestos es patente el enorme trabajo físico de un papel sólo al alcance de las grandes; en sus actos se revela esa transición ipso facta entre la inexperiencia y un aprendizaje forjado a marchas forzadas: la personificación de que ya no habrá imposibles que se le resistan. Dejando pasar alguna que otra ley de la física violada -¿por qué el pelo de la protagonista no se rinde a la ingravidez espacial?-, el guión sorprende por su inteligencia, sólo hay que comprobar cómo consigue sorprender a pesar de la escasez de personajes y acontecimientos y en cómo se maneja en el ejercicio de introspección de su rol central. Y todo barnizado por un apartado técnico apabullante: desde su prodigioso plano secuencia inicial de 17 minutos, hasta su traca final de ingentes cantidades de pólvora -donde el aliento épico deja, precisamente, sin aliento-, pasando por un admirable uso de la cámara subjetiva o su dominio de los efectos sonoros -tan importantes para una función de estas características-. Recursos, todos, necesarios para que terminemos de vivir el espectáculo de 90 minutos de duración en primera persona.

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Tras su exitoso paso por la Mostra de Venecia o el Festival de Toronto, algunos de los mejores directores actuales no han tardado en salir en defensa de la obra, entre ellos James Cameron, que la catalogó como «la mejor película del espacio jamás realizada», o el propio Quentin Tarantino, que la situó como uno de sus films favoritos del 2013. Merecidos calificativos para un ejemplo cine en estado puro; cine capaz de hacerte palidecer, aprisionarte y retorcerte en el asiento. La película, en efecto, dista mucho de lo inocuo: Gravity golpea. Gravity duele. Sin aspavientos filáticos ni grandilocuencias huecas. Y, claro, cuando llegan los títulos de crédito las ganas de aplaudir son irrefrenables. Al fin y al cabo, no todos los días se hace Historia. 

10 comentarios en “Gravity

    • Gracias por leer este blog Marta y espero que sea el primero de muchos comentarios más! Qué lástima que no haya gustado la película, para mí ha sido una de las revelaciones de este año y casi me atrevería a decir de todo mi periodo cinéfilo. Gracias por tus ánimos y por leerte la crítica. Un beso!

  1. No se puede decir más claro. estoy de acuerdo prácticamente en todo. Esta película ha hecho historia, aunque ahora no se vea. Fenomenal crítica Pablo.

    Te comentaría más pero prefiero hacerlo en un bis a bis 😉

  2. Después de ver la película he leído la crítica y estoy totalmente de acuerdo en que es un espectáculo para los sentidos.
    Gracias por este blog
    P.D: mi acompañante ha intentado aplaudir al final!!! 😊

  3. …La he visto en tele y no en pantalla de cine…y eso influye, claro….
    Me ha parecido impecable por sus planos, los efectos visuales, el modo en el que está rodada y sí, he podido sentir la angustia y desesperación de la protagonista…pero también reconozco que a ratos se me hizo algo lenta y aburrida….Tenía ganas de saber -por otro lado el previsible- final.
    Un descubrimiento el blog…..Felicidades. Te sigo

    • en ocasiones la diferencia entre ver una película en la sala de cine o en la tele es fundamental. Con «Gravity» es imprescindible. La gente que la ha visto en televisión no le suele gustar, pero porque creo que es una película que hay que ver en el cine o, en su defecto, en 3D. Yo no soy muy partidiario de esta técnica, pero creo que Gravity es la primera película de la historia que hace del 3D algo imprescindible.
      Gracias por tus palabras sobre el blog. Un saludo!!

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