Pájaros de papel

Pájaros de papel (Emilio Aragón, 2010), la primera película como director del conocido artista es, en contra de lo que pudiera parecer, una de las obras más valientes de los últimos años. Y no sólo por el hecho de apostar por un proyecto con la recurrente guerra civil española como telón de fondo -dando carnaza a los detractores de esta temática que a menudo olvidan que una película es mucho más que el contexto histórico en el que está desarrollada- sino, además, por haber convertido su ópera prima en un homenaje a toda esa generación de cómicos que, en tiempos convulsos, intentaban alegran al personal como buenamente podían. Un aspecto, este último, que el propio director conoce muy bien ya que pertenece a una de las sagas de artistas más importantes que ha dado nuestro país; es por ello que, debajo de todo ese sentimiento de agradecimiento a estas gentes del espectáculo, se halla un profundo homenaje a su propia familia -en general- y a la propia figura de su padre, en particular. 

Producida por Globomedia, la película cuenta la historia de tres artistas que, en plena época de posguerra, luchan contra la adversidad de la dictadura y la miseria a golpe de risas, humor y espectáculo. Ellos son Jorge del Pino (Imanol Arias), Enrique Corgo (Lluís Homar) y el pequeño huérfano Miguel (Roger Príncep), a los que se irán sumando figuras como la de la cupletista Rocío Moliner, encarnada por una Carmen Machi que, nada más hacer su aparición a la primera media hora de metraje, impregna a la historia de un ciclón de aire fresco y la adereza con divertidos números musicales (entre los que destacan el de «Enséñame el babalú» o «El brasero», ambos con letra y música del propio Emilio Aragón). Todos ellos deberán aprender a sobrellevar, sobre todo gracias a las peripecias de su profesión, esa mala época que les ha tocado vivir y contagiar al público de toda la alegría que les es posible, siempre con la atenta mirada del régimen bajo su oficio. 

Emilio Aragón se confirma en Pájaros de papel como uno de los artistas más polifacéticos de cuantos ha dado nuestro país: además de director -rol por el que fue nominado al Goya-, es productor y guionista (junto con Fernando Castets). Pero su buen gusto también queda patente al componer la talentosa banda sonora del film -cuyo potente tema principal es el que abre y cierra la función- que no hace sino dotar al relato de la magia requerida otorgándole un importante plano narrativo que alcanza su cénit en la escena final. Aragón compone varias de las canciones, como «Un chato de vino», «Ponme la mano Mariluz» o «No se puede vivir con un franco», que se convertirá en el himno estrella de la película debido a su doble significado. Ayudado por estas canciones, y apoyando el relato en una notable factura técnica y una correcta fotografía obra del prestigioso David Omedes, Aragón explora terrenos tan espinosos como las consecuencias psíquicas de la guerra o cómo experiencias tan traumáticas llegan a condicionar la personalidad de las personas. Así, vemos la excelente radiografía que se hace de personajes como el de Jorge del Pino, cuya vida nunca será la misma después de que la guerra le arrebatase a su hijo («a ti nunca te han matado un hijo, cuando te lo maten sabrás lo que es sufrir», acierta a decir en una genial frase de guión un Imanol Arias que firma una de sus mejores y más duras interpretaciones).

Y es que el reparto, sobra decirlo, es espectacular. Más allá de las figuras protagonistas, no se deben olvidar el resto de actores secundarios, algunos de los nombres de más prestigio de nuestro cine como Fernando Cayo, Diego Martín, Jose Ángel Egido o Asunción Balaguer. Todos, sin excepción, bordan sus interpretaciones y, lo que es más importante, encajan perfectamente en cada uno de sus roles, algo no es de extrañar si nos fijamos que el director de casting fue el propio Luis San Narciso, toda una institución en estos lares. Tampoco hay que olvidar esa gran aparición estelar al final de la función -y nunca mejor dicho- de Emilio Aragón Bermúdez (más conocido como Miliki), padre del director, y a cuya emblemática figura -y todo lo que representa- está dedicada una película que reza que «Las personas que queremos siempre nos acompañan, a donde sea«, y no cabe duda que la figura de Miliki siempre ha acompañado a su hijo, incluso a la hora de ponerse por primera vez tras una cámara en cine. Emilio Aragón se sirve de ello para realizar una película con tintes personales, casi autobiográficos, y logra convertir los últimos diez minutos del film en toda una proeza audiovisual. De una fuerza desgarradora. Diez de los minutos más brillantes que han dado el cine español que justifican por sí solos el visionado de una película que atrapa desde el principio y no te suelta y que ponen el broche de oro a una obra que nos recuerda que, a pesar del incierto presente y más aún desconocido futuro, nunca hay que perder el humor ni la ilusión por vivir.

El gran hándicap de esta producción es, quizá, su falta de un mayor presupuesto. Aunque la historia tampoco tiene más pretensiones de las que finalmente ofrece, sí que se echa en falta más profundidad en la historia, una ambientación más espectacular y se advierte un cierto abuso de los primeros planos que, en ocasiones, dan la sensación de estar ante una tv-movie en lugar de la cinta de gran calado que finalmente es. Tampoco hubiesen venido mal, dicho sea de paso, veinte minutos menos de metraje. Detalles, no obstante, menores de una película sincera, auténtica y cuya frase promocional del guión: «poco saben de amor, menos sabrán de amistad», se ha convertido, por méritos propios, en algo tan profundo y honesto como la propia película. Buen trabajo, Emilio.

2 comentarios en “Pájaros de papel

  1. Gran película del Gran EMILIO ARAGON.La vida de un grupo de artistas entre bambalinas que transcurre a través de pequeñas dificultades por las consecuencias de la guerra. Retrata muy bien la superación, y como decía mi abuela «llevarse un mendrugo de pan a la boca». Gran reparto (Lluis Homar y Carmen Machi y compñía)

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