Agosto (John Wells, 2013) parte, de entrada, con una doble rentabilidad: por un lado, es la adaptación cinematográfica de una de las obras de teatro más aplaudidas de los últimos tiempos – el libreto homónino ganador del Premio Pulitzer en 2008 escrito por Tracy Letts, responsable también del guión de la película-; por otro, supone la reunión de dos pesos pesados como Julia Roberts y Meryl Streep. Lejos de defraudar, la primera ofrece la mejor interpretación de su carrera. En cuanto a la segunda, demuestra una vez más por qué sigue siendo la mejor actriz viva del momento gracias a un papel que podría darle su 18ª nominación al Oscar. La protagonista de La dama de hierro (Phyllida Lloyd, 2011) encarna a Violet, la lacerante matriarca enferma de cáncer de un clan familiar que vuelve a reunirse con motivo del extraño suicidio de su marido (Sam Shepard). En la gran mansión de los Winston en Oklahoma se citan, entre otros, sus tres hijas -Julianne Nicholson, Juliette Lewis y Julia Roberts-, con sus respectivos acompañantes. Lo que a simple vista parece una familia ejemplar se va tornando en una jaula de bestias conforme el guión vaya hurgando en sus rincones más oscuros y se vean obligados a enfrentarse a fantasmas pasados.
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Moulin Rouge
Algunas películas no conocen el valor del término medio: o las adoras o las detestas. Es el caso de Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 2002), ese vanguardista espectáculo con el que el visionario cineasta australiano se propuso fusionar el concepto de épico con el del propio musical, un híbrido que ya define a producciones como El guardaespaldas (Mick Jackson, 1992) o Sonrisas y lágrimas (Robert Wise, 1965). Y lo cierto es que, desde el día en que vio la luz, pocos podían negar que este cuento postmoderno llamado Moulin Rouge era un clásico instantáneo que, ya desde sus títulos de crédito –y durante todo su metraje-, rendía homenaje precisamente a todos estos musicales que conforman lo más granado del género y, sin los cuales, su existencia se antoja imposible, gracias a temas como “The sound of music” o “I will always love you”. Despertando tantos odios como pasiones, precisamente por el particularísimo enfoque de un director que se sumó a su propia osadía de embarcarse y coescribir uno de los proyectos más ambiciosos y arriesgados del cine reciente, lo cierto es que Moulin Rouge posee, más allá de sus excesos, una serie de cualidades que hacen de ella algo majestuoso.