Celda 211

Se ha instalado en una parte de la sociedad española el incesante tópico de que nuestro cine, el made in Spain, no está a la altura del que se hace en otros países como puede ser Francia, Italia o EE.UU. Y, claro, ante esta falacia uno no puede quedarse callado: ¿cuántas películas americanas insufribles tenemos que tragarnos para encontrar una que sea medianamente decente? Probablemente muchas menos de las que tenemos que sufrir en España para encontrar verdaderas joyas como esta Celda 211 (Daniel Monzón, 2009). Porque, no nos engañemos, mucha gente que critica ferozmente al cine español (con motivos cada cual más estrambótico, como el recurrido tema de las subvenciones, como si fuese lo único que está subvencionado en este país), no sólo no ha visto películas tan recomendables como esta, sino que ni incluso saben ni de su existencia. ¿Cómo puedes opinar de algo que no has visto?, se preguntarán muchos. Y, efectivamente, así es. Este colectivo, por agruparlo de algún modo, siguen aferrados en ese insostenible tópico de que el cine español no tiene calidad. Pues bien. Hablemos de Celda 211.

Si hay una película que puede presumir de haberse convertido en un fenómeno social durante el final de 2009 y buena parte del 2010, además de un éxito de público y crítica sin precedentes, esa es Celda 211Una (¡oh, sorpresa!) película española. 

Los hechos se desencadenan desde el minuto uno y consiguen mantenerte pegado a la butaca sin pestañear a lo largo de sus 110 minutos de duración. Juan Oliver (Alberto Ammann) es un funcionario de prisiones que, el día antes de empezar a trabajar, acude a la cárcel para conocer de primera mano el que va a ser su puesto de trabajo los próximos años. Una vez allí, le cae una piedra en la cabeza y queda casi inconsciente, justo en el momento en el que los reclusos han iniciado un botín… Ante tal situación, los funcionarios que le acompañan, antes de huir, deciden dejarlo tumbado en una celda abandonada: la 211. Comienza entonces una lucha por la supervivencia: Juan decide hacerse pasar por un preso más de cara a los reclusos y entabla una relación de gran confianza con el más sanguinario: Malamadre (Luis Tosar). A raíz de ahí, se inician una serie de acontecimientos que lograrán sorprender hasta al espectador más avispado.

La película es casi un prodigio a nivel narrativo, huyendo de la estructura clásica de lenguaje lineal y optando por la permanente incursión de flashback, los cuales tienen doble función: por un lago contextualizar al espectador en la historia y, por otro, que el espectador sea testigo de la historia de amor que Juan Oliver mantenía con Elena (Marta Etura), antes de su encierro en la cárcel. Suponen, además, un soplo de aire fresco en medio de la ola de violencia, tensión y angustia a la que el espectador está asistiendo. En este sentido, destacar también el gran trabajo del director de fotografía Carles Gusi (habitual del director), que consigue impregnar a las escenas del flashback de un tono cálido, familiar, casi anaranjado, en contraposición de las gamas cromáticas azuladas y oscuras que predominan en el resto del metraje.

Esta pareja de enamorados y esos flashback recurrentes constituyen el que considero uno de los mayores aciertos de Celda 211: el haber convertido una película, a priori, orientada preferiblemente al público masculino, en un film que gusta tanto a las mujeres como a los hombres. Algo que sin esa interpretación cercana de la que es la única intérprete femenina del film, Marta Etura (esa mujer que va al mercado, que desayuna en un bar, que llora desconsolada en el coche tras enterarse de que la vida de su novio corre peligro…) y los aires de galán y el buen hacer de Alberto Ammann (toda una revelación) no hubiese sido posible. No debe resultarnos extraño pues, que ambos vieran su esfuerzo recompensado con los Premios Goya a los mejores intérpretes secundarios, además de otros 6 que consiguió la cinta (entre ellos, Mejor Película, Mejor Director, y Mejor Actor para el colosal Luis Tosar) de un total de 16 nominaciones.

Además, en lo referido también a la narración, tanto la primera y último escena de la película,  suponen unos saltos temporales bastante significativos respecto a la historia principal y están muy bien elaborados. Monzón, pues, no sólo logra erigirse como un maestro en el manejo de las técnicas narrativas en cine (ya lo demostró en anteriores trabajos, menores eso sí, como La Caja Kovac), sino que además elabora él mismo el guión del film (basado en la novela homónima de Francisco Pérez Gandul), con la colaboración de Jorge Guerricaechevarría.

Detrás de todo ese reguero de violencia, palabras malsonantes y sangre, una de las situaciones que pretende denunciar la película es el trato abusivo que, en ocasiones ejercen las autoridades y fuerzas de seguridad contra el ciudadano de a pie. Una situación que se ejemplifica en el personaje del General Utrilla (un Antonio Resines muy alejado de su papel en «Los Serrano»), un hombre sin corazón, con un trato a los presos denigrante y que, incluso, está dispuesto a matar con tal de establecer su particular concepto de orden público. Un tirano en toda regla.

Todo lo hasta aquí expuesto son tan sólo algunas de las virtudes de una cinta que atrapa por su crudeza, pero también por su honestidad, puesto que todos los personajes  tienen su lado humano, incluso sentimental. Como es el caso de Malamadre: un preso sanguinario, capaz de las mayores monstruosidades, temido por sus compañeros… pero que en más de un momento a lo largo de la película demuestra que todavía hay algo bueno dentro de él. Quizás la relación de amistad que entabla con Javier, una de las más tiernas jamás vistas en la gran pantalla, tengan la culpa. Un personaje, en definitiva, tan legendario como la película: una Celda 211 que tardaremos años en olvidar.


8 comentarios en “Celda 211

  1. Qué nervios de película! Y con resultados de lo más fatídicos…
    Lo único que no me pareció muy creíble fue cuando ella se mete en todo el follón de gente fuera de la prisión y luego encima él la ve por la televisión! Pero peores cosas se ven en las «americanadas», verdad?

    • A mí tampoco me pareció creíble esa parte de la película, aunque como bien dices en las películas americanas es aún peor! Aún con defectos como este creo que es de las mejores películas españolas de los últimos años!

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