La vida de Adèle

Si el cine fuese un arte culinario, diríamos que Abdel Kechiche no es un cocinero convencional, sino un reputado chef amante de las exquisitices. El director tunecino se ha ganado a pulso este calificativo por La vida de Adèle (2013), película que logró en Cannes una de las Palmas de Oro más unánimes de la historia del Festival, con un jurado presidido por un Steven Spielberg que confesó haberse sentido profundamente conmovido con este relato de alto voltaje emocional. Viendo el resultado, uno lo entiende: estamos ante la historia de amor más intensa, honesta, sincera y pasional que nos ha regalado el cine en los últimos años. Su único rival, sin ninguna duda, sería esa love story por entregas iniciada por Antes de amanecer (1995) y rematada -esperemos que de forma definitiva- con Antes del anochecer (2013)-. Rotundo punto y aparte en su carrera, Kechiche explora con acierto el despertar sexual, la adolescencia como periodo de la autodefinición o el proceso para descubrirse a sí mismo. Todo eso, y más, representa Adèle (Adèle Exarchopoulos), flamante icono cinematográfico del nuevo siglo. Por muchos motivos: por el exquisito trazo con el que está dibujada, por su chorreo de matices y porque la identificación hacia ella y todo lo que representa -incomprensión, ilusión, miedo, confusión, soledad- por parte del público va subiendo como la espuma a medida que se consume el metraje.

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Con 15 años, Adèle es una chica como tantas otras de su edad: va al instituto, tiene una familia en teoría corriente -aunque conservadora- y anda detrás de un chico. Sin embargo, la irrupción en su vida de Emma (Léa Seydoux), una joven lesbiana estudiante de Bellas Artes de pelo azul por la que se sentirá atraída desde el primer instante, hace que se replantee su vida; a partir de aquí Adèle se verá sometida a una profunda crisis de identidad al descubrir que, en contra de lo que siempre había creído -esto es, lo que le había inculcado su entorno-, también es posible el amor entre personas del mismo sexo. Los prejuicios de Adèle no nos pillan por sorpresa: el director ya los expone al principio en la ilustrativa conversación acerca del heavy metal que tiene lugar en el autobús escolar. Pero que nadie se confunda: esta muy libre adaptación de la novela gráfica Blue, de Julie Maroh -recordemos que, a diferencia de en la película, en el libro la protagonista muere al inicio- no es ningún documento de denuncia social. A pesar de que la casualidad hizo que el film se estrenase en medio de las encendidas protestas homófobas que invadieron las calles de Francia, lo cual supone una preocupante regresión en las mentalidades, el director da por superado un tema que, amén del sentido común, no haría falta ni convertirlo en debate. Así, la hipocresía y la intolerancia social -que sin ninguna duda influyen en el carácter de la protagonista- están fugazmente retratadas -discusión con las amigas en las puertas del instituto, la escena de la cena familiar en casa de Adèle, y poco más-, es pos de un romance que no entiende de sexos ni de tabúes. Los juicios morales de las personas con las que se codea la protagonista quedan al margen. Y Kechiche hace bien: no interesan. Están de más. La forma en la que los padres de Adèle reaccionan ante su homosexualidad -fragmento que se omite por completo-, no importa tanto como la propia complicidad y fusión espiritual del amor -excelentemente filmadas por el cineasta-, capaces de aplastar por sí mismos, en efecto, cualquier prejuicio. 

Con un guión escrito a cuatro manos entre el propio director y Ghalya Lacroix -que refleja las elipsis temporales de una forma nada convencional-, La vida de Adèle no es en absoluto un film frívolo, como sin duda lo catalogará el espectador mojigato, alarmado a estas alturas de la película -y nunca mejor dicho- por las que, dicho sea de paso, son las escenas de sexo más epidérmicas, realistas y explícitas del cine reciente. Que en pleno S.XXI esto cause sonrojo y provoque la risa del personal -como la de las personas que se sentaron detrás de mí en el cine, alarmadas por lo que estaban viendo- es el más claro de los síntomas de putrefacción social. El espectador sensato, esto es, aquel al que se dirige única y exclusivamente la película, comprobará a dos prodigiosas actrices ejemplificando el significado de la pasión, dejándose el alma en unas escenas resueltas con aplastante autenticidad, con una fusión carnal que amilana. La sexualidad campa a sus anchas, sí, pero no deja de ser un vértice más en una historia dividida en 2 grandes partes: todo lo que sucede antes del enamoramiento de Adèle -personaje que, por cierto, sale en absolutamente todas las escenas y del que la cámara parece no querer despegarse, razón por la que se recurre constantemente a los primeros planos- y todo lo que viene irremediablemente después. Ese todo lo que viene después bien podría quedar condensado en la escena de la cafetería, auténtico vodevil de sentimientos, inmisericorde torrente de emociones; un fragmento convertido, como el conjunto de su obra, en un clásico instantáneo. 

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Narrada desde las entrañas y con un tacto infinito -a pesar de que en la vida real actrices y parte del equipo técnico reprochasen al director de la falta de éste, al querer repetir hasta la saciedad la mayoría de escenas-, La vida de Adèle rellena la vacante de quienes nos sentíamos huérfanos de un romance en pantalla grande que sentara época, con el aroma de los grandes clásicos. 180 excelsos minutos -podría haber durado muchos más: no nos habríamos enterado- para una pieza capaz de hacer comulgar incluso al más profano en materia romántica. Sería una lástima que su larga duración, así como el hecho de estar protagonizada por dos lesbianas alejasen al público, como si el colectivo homosexual no hubiese tenido que soportar durante más de un siglo una aplastante mayoría de películas protagonizadas por heterosexuales. O, mejor aún, como si el arte entendiese de orientaciones sexuales. La vida de Adèle va más allá de cualquier etiqueta. 

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14 comentarios en “La vida de Adèle

  1. ¿Y qué puedo añadir yo más?

    Sólo una pregunta que me intriga acerca de tu último párrafo.

    ¿Por qué las historias de amor entre homosexuales que he visto son mucho más auténticas, veraces y sentidas que el 70% de las películas entre heterosexuales?

  2. Bueno, profundizaré un poquito más.

    Adoro las películas que se preocupan de construir sus personajes y hacerlos evolucionar de una forma coherente y empática. Es una de las cosas que añadiría a los ya excelentes y acertados comentarios que has hecho.

    Es además una película enriquecedora, que nos enseña como amamos, como sentimos. Es una papel harto complicado de desarrollar y la actriz sabe captar muy bien a través de todas las miradas, movimientos y gestos el sentir y devenir de su personaje.

    Si nos ponemos a analizar a fondo cada período del enamoramiento, si es que se puede dividir por periodos, cada uno tendría su escena y reflejo en la película. Y todos son poderosos, desde la eterna fantasía sexual que todos tenemos con la persona que nos gusta a ese instante de cruces de miradas y estar perdido en un universo de idealización y entrega compulsiva hacia el otro, sobre todo de la parte menos experimentada que es Adele. El personaje crece con la película, evoluciona de una forma magistral, sin artificios, sin forzar nunca la máquina.

    SPOILER

    Aunque yo, como tú, me quedo con esa imponente escena en la cafetería en el que se ven, entre otros, el grado de madurez de cada parte a la hora de afrontar una ruptura tan dolorosa como la que acontece.

  3. Soy lesbiana y ver esta película me ha producido un profundo asco y
    rechazo de ver cómo un cabrón morboso nos reduce tristemente a lo mismo
    de siempre: ninguna profundidad, ningún guion brillante, ninguna trama
    ni problemática trascendente…. nada más que 15 minutos de sexo salvaje
    para dar morbo y ganarse a la crítica masculina, y vender una película
    que no es más que pornografía fácil y gratuita disfrazada de la historia
    de amor más increíble jamás contada. De haber sido dos hombres los
    protagonistas (o un hombre y una mujer), el director jamás se habría
    recreado así en una escena sexual entre ellos y la película no habría
    sido tan brillante para los críticos. Esta peli no ofrece nada más que
    el morbo de la homosexualidad femenina y, sobre todo, las imágenes
    explícitas que lo corroboran. Si la pareja hubiera sido heterosexual y
    si el sexo realista hubiera sido tratado de manera más sutil, de esta
    película ni se habla. Y mucho menos se la premia. Pero claro, a los
    críticos heterosexuales les ha gustado mucho y por eso ganó Cannes. Qué
    asco y qué pena.

    • Las propias lesbianas somos tan críticas con esta película precisamente porque nos vemos reducidas a una fantasía absurda de un hombre heterosexual, posturas ridículas y una actitud como de “vosotras tocaos hasta la extenuación que yo filmo”. Teniendo una historia tan maravillosa como la que tenía, con un temazo a desarrollar, un punto de partida estupendo en la obra original para trabajarlo y unas actrices entregadas y convincentes para darle vida, Kechiche ha malgastado sus 180 minutos de película en tijeras y cunnilingus. A “La Vida de Adèle” le falta verdad y le sobran erecciones. En su cómic, Julie Maroh quiere dar visibilidad a las dificultades con las que se encuentra un adolescente durante el proceso de aceptación de su diversidad sexual, además de presentar una historia de amor excelente, bien cuidada, respetuosa, estética. Pero la prioridad de Abdellatif Kechiche ha sido ejercer de dictador. Él quería sostener la lupa como un voyeur dándose el lujo de exigir todas sus fantasías desde el lugar más privilegiado. No nos extrañe pues que Maroh haya denominado a esta película “pornografía para mentes masculinas”.
      Conste que en ningún momento se discute sobre no mostrar sexo en la película, de hecho es necesario y está justificado que se muestre, pero no ASÍ. El problema no es con el sexo explícito siempre que esté justificado y bien presentado, como por ejemplo sucede en el cómic. El problema es cuando se ha decidido mostrar una escena sexual larguísima con el único propósito de crear morbo gratuito y polémica. Podía haber sido una escena de sexo rodada con respeto, buen gusto, erotismo y sensibilidad y no quedarse en el puro morbo de un director tiránico que parece regodearse en las tijeras y el cunnilingus mientras filma para después querer tomar al espectador por tonto, hacerse el ingenuo y pretender venderlo como otra cosa. Eso es lo indignante. Más que una relación sincera y realista entre dos mujeres parece una fantasía pornográfica bastante tópica (e incluso ridícula por determinadas posturas) de un hombre heterosexual y obsesivo. Por ejemplo, una película como Nymphomaniac es bastante más honesta que ésta en cuanto a propósitos y objetivos, ya que no miente al presentarse a sí misma: “FORGET LOVE” es su frase de presentación y en ningún momento reniega de sus escenas pornográficas o de sexo explícito. Pero Kechiche hace todo lo contrario, muy hipócritamente: rueda escenas claramente pornográficas y de bastante mal gusto y nos las quiere hacer tragar no sólo como necesarias sino como demostración de la pasión más auténtica. Pues por eso yo no paso, lo siento mucho, no quiero que se me tome por idiota. Lo que ha rodado este hombre es porno, se ha recreado en él y en las actrices y ha querido hacerlo así para llenar más salas, crear más audiencia y alimentar más morbo (sobre todo el masculino). En el cómic las escenas de sexo no tienen nada que ver. Son explícitas, sí, pero no se recrean injustificadamente ni ofrecen morbo gratuito no resultan tópicas o insultantes. Son naturales, sugerentes y estéticas. En la película no veo más que tetas bamboleantes y posturas ridículas propias de un vídeo de Youporn.
      Así que no nos hagamos los suecos. Si Kechiche hubiera dirigido “Brokeback Mountain” (o una película protagonizada por dos chicos en lugar de dos chicas), ni de coña nos habría deleitado con 10 «súper necesarios y súper justificados» minutos de «bellísimo» sexo anal, ni los críticos la habrían considerado tan brillante. Dejémonos de querer hacer comulgar con ruedas de molino, que todos sabemos por qué ha sido tan alabada y premiada, y no precisamente por su «impresionante» fotografía ni su «profundísimo» guión. Pura hipocresía al servicio del morbo gratuito.

      • Buenas Paula! En primer lugar respeto máximo por tu opinión sobre la película «La vida de Adéle»; que sepas que no eres la única persona que me he encontrado en mi carrera cinéfila que piensa así, y que estás escribiendo en un sitio donde el autor respeta al máximo todas las posturas, máxime si están tan bien argumentadas como la tuya. Eso sí, me veo en la obligación de discrepar: creo que las escenas de sexo no deberían escandalizarnos a estas alturas de la película, pues estoy seguro que si le preguntas a cualquier lesbiana de este mundo las han practicado. Es decir, son un fiel reflejo de la realidad, como todo lo que cuenta le película. ¿Morbosa? Yo no lo veo así, sobre todo teniendo en cuenta que las escenas de sexo son 5 minutos del total de 180 que ocupa la película que habla de cosas salvajes, profundas, desgarradoras, de una forma que duele y llega a incomodar. Yo no creo que sean «escenas de mal gusto», todo lo contrario. Y que eso cause controversia en pleno S.XXI es para echarse a temblar. Un abrazo y gracias por tu extenso y enriquecedor comentario! 🙂

      • Me alegro de que mi punto de vista (que es el de muchas lesbianas también) ayude a entender por qué tanta indignación justificada con esta película. Te recomiendo encarecidamente que leas el cómic original para que compruebes la diferencia por ti mismo: claro que hay sexo, de hecho nadie niega la necesidad de que lo haya, pero está tratado de una manera completamente diferente: con buen gusto, sensibilidad y respeto. Son escenas estéticas, no tan facilonas y burdas como en la película, donde la mirada masculina y casi onanista se delata por sí sola. La autora del cómic también expresó su indignación al respecto.
        Ten por seguro que si Kechiche hubiera dirigido «Brokeback Mountain» o una historia de amor con dos hombres como protagonistas, ni de coña se habría recreado tanto. Es por este cúmulo de circunstancias por el que las lesbianas nos sentimos tan ofendidas: se nos reduce siempre a lo mismo, al mismo papel de objetos destinados a dar placer o morbo a la audiencia.
        Así que sinceramente, para que se hagan películas lésbicas como ésta prefiero que no se haga ninguna… Mucho decir que visibilizan y normalizan pero parece que nadie ve que en realidad estamos en lo de siempre: las relaciones entre mujeres se convierten en objetos de morbo masculino y en escenitas degradantes de tetas y coños antes que en cualquier otra cosa, y eso es más un retroceso que un avance.

  4. No puedo estar más de acuerdo con Paula… Perdona mi indignación, no es nada personal, pero es que estoy MUY harta de escuchar tantas alabanzas absurdas a esta película que no es más que el desahogo pornográfico de las obsesiones de un director déspota. Fui a verla ilusionadísima porque el cómic me había encantado y tenía las esperanzas de encontrarme con algo igual de bueno o quizá mejor, pero no puedo expresar mi sorpresa al encontrarme tamaña basura… Quince minutos de porno lésbico completamente gratuito e injustificado que ensucian el resto del metraje y actúan a modo de llamada de atención desesperada (así como llamada a la recaudación, a la audiencia y a la crítica masculina) para disculpar tres horas insustanciales, desaprovechadas y vacías, con lo que podía haber dado de sí una temática inicial tan fantástica. El director sólo se preocupó de rodar tijeras y cunnilingus, no hay rastro de la profundidad de la novela gráfica, de su estética cautivante, de su buen gusto, de su sensibilidad, de su despliegue en cuanto a temas y motivos… sólo sexo explícito, posturas ridículas y morbo insultante.
    La mirada de este director es bastante hipócrita, porque nos quiere vender unas escenas sexuales supuestamente filmadas con realismo, belleza y sensibilidad cuando lo que yo veo es pura recreación pornográfica con fines comerciales, y todo en esas escenas lo delata (la cámara fija, el plano frontal, la vaiedad absurda de posturitas, la concepción del espectador como mero voyeur al que excitar…). El sexo lésbico vende, y eso el director lo sabía y por eso lo ha explotado, por eso todas las justificaciones de estas escenas me parecen cuentos y engaños bastante perversos. Son simplemente una fantasía pornográfica que nos quieren vender disfrazada de historia de amor profunda y trascendental, y que muchos se han creído.

  5. Yo creo sinceramente que Kechiche no quiso desarrollar con la misma extensión y profundidad ningún otro tema más que el sexual, disfrazando tal cantidad exagerada de escenas pornográficas bajo tres horas de “cine” y “arte”. El director parece que sólo se dirige a un público específico para que alabe su obra. Podía haber hecho una verdadera maravilla, pero se dejó cegar por el sexo y eso probablemente es el primer punto de inflexión donde se arruina la película.

    Me acuerdo de “Fucking Amal”, de Lukas Moodyson, una película muy sencilla y honesta sobre adolescentes lesbianas que dura la mitad de tiempo, que no se recrea innecesariamente en trucos facilones (léase sexo explícito) y que logra transmitir bastante más de lo que logra Adele en tres larguísimas horas.

    En relación con esto, mi principal motivo de queja y frustración con esta película (que por muchos motivos me resulta un compendio de tópicos facilones sobre la homosexualidad con un guión naïf e inocentón en exceso que camufla sus carencias bajo toneladas de sexo explícito absolutamente injustificado y que denota una visión masculina obvia) es la escena suprimida en el montaje final de los padres de Adèle echándola de casa cuando la pillan en la cama con Emma, que en el cómic marca un punto de inflexión importantísimo en la vida de la protagonista y así debería haber sido igualmente en la película para entender mejor su desamparo y su soledad. Esta escena sí que es vital para la trama y no la de las tijeras, por ejemplo, a la que se dedica una atención que roza el ridículo. ¿Por qué se suprimió entonces? ¿Para darle más minutos al sexo? ¿Es que no eran suficientes? Resulta incomprensible. Si alguien sabe darme una explicación a esto se lo agradecería, porque yo no la encuentro y me da mucha rabia que se haya eliminado una escena tan importante.

    • Buenas! Tu opinión, aunque no es mayoritaria, sí es compartida por algunas personas. Yo, desde luego, claro que distingo diferencias notables entre el cómic y la película, pero no valoro a la película por eso. La valoro como algo independiente, y en ese sentido es una obra maestra. Creo que es una película donde el sexo explícito está más que justificado y que sus 3 horas se consumen rapidísimas, para nada se hacen pesadas.
      Pero, para gustos, los colores. Un abrazo.

  6. ¿Por qué tantas lesbianas estamos en contra de esta película? Aquí enumeramos las razones:
    – Fomenta tópicos machistas y morbo gratuito.
    – Vulgariza impunemente la maravillosa obra original, #Elazuleselcolormascalido, de #JulieMaroh, y la sexualiza convirtiéndola en basura.
    – Reduce la imagen de las lesbianas a mera pornografía para hombres y la relación entre ellas a una frívola fantasía machista.
    – Cosifica y explota a las actrices, #LeaSeydoux y #AdeleExarchopoulos, para hacer de ellas simples objetos masturbatorios.
    – Ningunea todos los temas profundos del cómic original, así como su buen gusto y sensibilidad, sacrificando su importancia para centrarse únicamente en la explicitud de unas larguísimas escenas sexuales totalmente innecesarias para la trama.
    – Intenta convencer al espectador de que estas escenas son imprescindibles para entender la vida de la protagonista, y en cambio no se regodea ni la décima parte con las escenas de cama heterosexuales (también supuestamente importantes para entender la vida de la protagonista y su evolución).
    – Convierte la visibilización y normalización lésbica en puro morbo para voyeurs y pajilleros.
    – #AbdelatifKechiche demuestra una total falta de respeto hacia la idea original concebida por la autora.
    – Es una película mediocre premiada y alabada injustamente sólo por su reclamo sexual, sin el cual la historia no destaca por nada y habría pasado completamente desapercibida.
    – Es ofensiva para las lesbianas, utilizadas una vez más para lo mismo de siempre: la consecución del placer masculino.
    – Toma por idiota al espectador queriendo venderle una supuesta gran historia de amor que no es más que vulgar pornografía.
    – Desaprovecha un fantástico material original y lo que podía haber sido una valiosa y memorable obra de referencia queda reducida al reclamo fácil y comercial.
    – Todo lo anterior se corrobora también con las eróticas fotos promocionales y la sexualizada campaña de publicidad.

    • Aunque no estoy de acuerdo en ninguno de tus puntos, y que defenderé mientras viva «LA VIDA DE ADÈLE», me gusta debatir con gente que tiene las cosas claras y que fundamentan su posturas. Da gusto intercambiar opiniones cuando el interlocutor tiene razones de peso para sostener su postura. Enhorabuena.

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