Madre amadísima

Madre amadísima (Pilar Tavora, 2009) es una película valiente. Además, y aunque esto no aparezca especificado en ningún momento de la misma, es una triste historia basada en hechos reales. Su protagonista, un homosexual reprimido en la época del franquismo, es un personaje colectivo en el que muchos podrán reconocerse y, los que no, fácilmente identificarán en su entorno alguien similar. La vocación universal de este arriesgado ejercicio fílmico del segundo trabajo de la directora tras Yerma (1999), adaptación de una obra de teatro de Santiago Escalante, está fuera de toda duda. Pero es que, encima, si Tavora no hubiese rodado Madre amadísima alguien habría tenido que hacerlo: pocos ejemplos existen de cine social con tanta vocación de poner los puntos sobre las íes, de repartir justicia y de (¡por fin!) llamar a las cosas por su nombre. Sin manifestar conjeturas políticas ni atisbos ideológicos, el film sorprende por su imparcialidad, por criticar tanto al bando nacional -esa dictadura recalcitrante que asfixia al protagonista y le fuerza a vivir a escondidas- como a la izquierda, tal y como se desprende de esa ilustrativa escena en la que el protagonista no puede alistarse en el Partido Comunista por ser afeminado.

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El argumento de la historia es tan desprejuiciado, tan ajeno a lo políticamente correcto, como la obra en sí: Alfredito (Ramón Rivero), es un señor homosexual nacido en 1952 en Sevilla, amante de Conchita Piquer y obligado a ocultar su condición sexual. Un día, mientras viste a la Virgen en la Iglesia, le va haciendo partícipe de sus confidencias, desgranando su biografía con notoria pasión. Alfredito abarca desde su niñez, traumática por el trato vejatorio que su padre le propiciaba tanto a él como a su madre, hasta la edad adulta. Un cóctel de emociones, desde la pasión, hasta la risa, pasando por el drama y la incomprensión, se irán dando cita en un relato que destaca por su narración fresca, atrevida y sorprendente. Y es que si algo se puede destacar de Madre amadísima es que su directora se muestra absolutamente comprometida con el relato: sabe que tiene en sus manos la oportunidad de que la Institución eclesiástica se avergüence de haber secundado y respaldado a un régimen que tanto daño ha hecho al colectivo LGTB, a muchos órganos políticos -que presumen de (falsa) tolerancia-, la personalidad de muchos de nuestros mayores, que pagan con sus hijos -a los que dejan secuelas psicólogicas de por vida, con insultos del calibre y tan repetidos en muchos hogares como «maricón de mierda»– su obstinado machismo y su terca homofobia o el servicio militar obligatorio, práctica cuanto menos esperpéntica, impropia de un país civilizado. También se pone en jaque la doble vara de medir de las Fuerzas Armadas. Tavora, cual púgil ser, no deja títere con cabeza, propinando numerosos puñetazos -algunos, lástima, no tan contundentes como cabría esperar- a sectores de la sociedad que han apostado más por la involución que por la evolución de la especie. 

Evidentemente, habrán muchos que no estén de acuerdo con sus planteamientos, pero eso es algo que no parece no quitarle el sueño a la cineasta, más preocupada en plasmar sus diferentes visiones sobre temas polémicos -aquellas que, a buen seguro, comparte la mayoría ciudadana-, antes que contentar a ese conjunto de población en contraposición directa al progreso y la transigencia. Sí, Madre amadísima es una película polémica, y se enorgullece de serlo: prueba de ello es, sin ir más lejos, el mero cartel promocional del film, en el que la Virgen aparece rodeada de cuerpos desnudos de hombres gays. Lo curioso es que la directora nos cuenta la vida y obra de este Alfredito, que desde su nacimiento está predestinado a ser un referente para toda una generación -y sucesoras-, sin que el espectador se pueda quitar la sonrisa de la cara. Es decir, no cae en el tremendismo ni en el morbo, se aleja de lo convencional y encara su drama con nula censura, con aires de libertad. Quizá porque se la nota rodada son sensibilidad extrema, consciente de que más que una película es ese documento que todo un colectivo estaba esperando. Madre amadísima muestra, como sucede pocas veces en cine, el retrato de ese prototipo de gay afeminado, lo que vulgar y salvajemente se ha conocido toda la vida como «el maricón del pueblo», y a los obstáculos a los que se tiene que enfrentar en una vida ya de por sí difícil para el resto de los mortales. 

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Que nadie piense que esta es una película contra la religión. De hecho, casi diría que está más cerca del homenaje que de la saña: Tavora critica, aparte de los fanatismos, a una Institución que, en nombre de la religión, se dedica a cometer tropelías con total impunidad con el paso de los siglos. De ahí que no sea casual que la película se ambiente en el sur de España, donde la tradición eclesiástica está más arraigada. En lo que respecta única y exclusivamente a la religión, se erige como un consuelo, un bálsamo para sanear mentalmente al protagonista durante toda la función -mientras se van intercalando los flashback– y, por último, apaciguar el dolor de la pérdida de su madre biológica, desgracia que remata la soledad manifiesta en la que el protagonista, por razones perfectamente evitables, siempre estuvo inmerso. Se le puede reprochar cierta falta de densidad, algunos defectos meramente técnicos -errores de racord y de sonido-, el no mostrarse más competente en alguno de sus capítulos o de, incluso, tener varios finales, pero lo que pocos le negarán es su firme aspiración, su terca vehemencia, por encabezar la lista de películas más originales del cine español.

 

6 comentarios en “Madre amadísima

  1. Me alegro de que te haya gustado. Tu reseña es estupenda. Estoy bastante de acuerdo con lo que dices. Me parece una película que a través de la historia de su protagonista sabe mostrar al espectador la realidad de una época en la que ser homosexual era especialmente problemático y de la que aún quedan rebufos, aunque en bastante menor medida. Respecto a lo del torbellino de emociones no puedo hacer otra cosa que darte toda la razón: reí, lloré y empaticé con esta «mariquita de pueblo» como lo he hecho con pocos personajes. Y es que está peli es más una historia personal que una crítica directa, aunque también ésta está presente. He leído alguna otra crítica que comentaba que la directora se quedaba en lo superficial y que no demostraba toda la valentía que se esperaba por no mojarse demasiado, pero yo no estoy de acuerdo. Coincido contigo en que se hace una crítica a la Iglesia, a la política y a la sociedad de la época sin necesidad de ensañarse ni de llegar a extremos excesivamente dramáticos. Más que una crítica en toda regla, yo diría que hace un retrato de un aspecto de la realidad que mucha gente tuvo que vivir y deja al espectador formarse su propia opinión sin necesidad de forzar la misma en su mente.
    Bueno, no me alargo más 😉
    Un abrazo, Pablo.

    • Gracias por la sugerencia, he hecho un gran descubrimiento con esta peli. La tenía apuntada desde que me la recomendásteis Víctor y tú pero nunca encontraba el momento de verla. Pienso igual que tú en lo que más que una crítica es el retrato de una parte de España, de una sociedad en un contexto determinado. Y que muestra los hechos tal y como ocurrieron, para que el espectador saque sus propias conclusiones.
      Gracias por leerte la crítica y también por el comentario!! Tengo ganas de verte! 🙂 Un besazo!

  2. Muchas gracias por tu crítica que ha sido una verdadera sorpresa después de tanto tiempo. Me alegra te gustara la película, este próximo mes saldrá la novela, da la casualidad que Santiago Escalante es mi compañero desde hace treinta y pico de años y casados desde hace siete, claro cuando nos dejaron. Un fuerte abrazo,

    Ramón Rivero

    • Verdadera sorpresa la mía por descubrir esta película años después de su rodaje; un amigo me la recomendó y la verdad que no me defraudó. Es una propuesta tan original como valiente. Un gran descubrimiento. Me alegro que lleves tantos años con Santiago. Os deseo toda la felicidad del mundo. Otro abrazo igual de fuerte para ti.

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