Volver

En la carrera de numerosos directores encontramos películas capaces de despertar las simpatías de hasta sus más férreos detractores. En el caso de Pedro Almodóvar ocurrió con Todo sobre mi madre (1999), para repetirse años después en Volver (2006), films que abren y cierran la etapa de absoluta madurez creativa de su autor. Incursión absoluta a los orígenes del propio Almodóvar, a esa fértil tierra manchega a la que pone todo su empeño en radiografiar y filmar con toda intensidad, Volver es un sentido homenaje de tintes autobiográficos no sólo a la cultura de Castilla La Mancha -su gatronomía, su gente, su esencia, sus desérticas llanuras, sus quijotescos molinos de viento, sus tradiciones-, sino a la propia España, a la que ilustra con gracia a través de elementos tan castizos y populares como el flamenco o, sin ir más lejos, la alegría. Sin embargo, lejos de ser un obstáculo, esto no empaña en absoluto una obra de decidida vocación universal: porque Volver desprende el aroma de la pérdida, pero también el del reencuentro; irradia culpabilidad, pero también redención; hay heridas del pasado, pero qué mejor escenario como el futuro para subsanarlas. Volver, está edificada sobre la muerte, sí, pero sabe a vida. 

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No es fácil resumir la trama de Volver, no sólo por su complejidad, sino porque es una de esas obras que realmente empiezan a crecer cuando acaban su visionado. El eje vertebral del relato, eminentemente femenino, son un grupo de mujeres sometidas a los constates giros de un guión, por otra parte, perfecto. Por encima de todas ellas se eleva la figura de Raimunda (Penélope Cruz), una mujer de pueblo pero más moderna que cualquiera que se hace llamar de ciudad. Su incansable temperamento, su vitalidad, su sacrificio, valores, solidaridad y el afecto que desprende la catapultan como una de las heroínas más fulgurantes de todo el cine español, a algo que va más allá de la conducta ejemplarizante. Cruz da una auténtica lección de interpretación, la mejor de su carrera, que le valió una nominación al Oscar y el respeto internacional de la crítica, que la situó a la altura de las más grandes divas del neorralismo italiano. A su lado, con la misma intensidad, brilla el resto del inconmensurable y femenino elenco integrado por Lola Dueñas, Carmen Maura, Blanca Portillo o la siempre eficaz Chus Lampreave, en un papel corto pero decisivo.

Como decir que las mujeres salen mejor paradas que los hombres en esta película no es ninguna sorpresa viniendo del cine de Almodovar -ahí están obras como Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), donde son ellos los que causan el dolor a ellas-, diré que hay que aplaudir cómo Almodóvar plasma, con toda la autencidad del mundo, esos pueblos manchegos que irradian arte, coraje y esa sabiduría que algunos llaman la sabiduría de la vida. Volver es entrañable, costumbrista, castiza, y, a pesar de su aroma local -o nacional-, desprende valores tan universales como el perdón, la amistad, la pérdida o el amor maternal («es muy doloroso que una hija no quiera a su madre», reza una de sus brillantes líneas de guión). Por no hablar de su humor negro netamente almodovariano, ingenioso hasta la médula, o esa feroz e indisimulada crítica a la telebasura. En el apartado artístico, Almodóvar pocas veces había estado mejor: el manchego da la mejor de sí a través de un exuberante despliegue visual, de una identificable y talentosa composición plástica llena de matices y viveza. Demuestra seguir en plenas facultades para dirigir a un cast de primer nivel y para mantener el pulso narrativo a lo largo de sus amortizadísimos 120 minutos, de interés creciente e indiscutible. 

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El triunfo de Volver es que confía en la inteligencia de su público que, como en las grandes obras, extraerán nuevas lecturas con cada nuevo visionado; sólo el espectador adulto entenderá y, por consiguiente, asimilará, un espectáculo más intimista de lo que parece, dotado de algunas de las escenas más portentosas de su autor -el valor de esa interpretación del tema Volver, y todo lo que de ella se desprende, es incalculable-. Tan atemporal como necesaria, tan ingeniosa como seductora, Volver es la celebración del cine como arte, como vehículo para transmitir emociones y plasmar una realidad, instrumento para recordarnos nuestra esencia -la de ser humano, no sólo la de España-. Un espectáculo tragicómico por momentos hilarante, otros surrealista… pero ante todo inmensamente humana. 

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