Era cuestión de tiempo que, un director que apunta a El bueno, el feo y el malo (Sergio Leone, 1966) como su película favorita de todos los tiempos -junto con los también western Winchester 73 (Anthony Mann, 1950), Bailando con lobos (Kevin Costner, 1990 o el resto de la trilogía de Leone-, rodase su primera incursión en el género. Quentin Tarantino resucita el espíritu del spaguetti western en Django Desencadenado (2012), drama sureño en el que el cineasta demuestra su admiración por un género que ha condicionado parte de su carrera cinematográfica, como el tramo inicial de Malditos bastardos (2010), donde ya rendía un homenaje al mismo. Sin embargo -y como cabría esperar-, la primera aventura del director en el western es deliberadamente polémica; el responsable de Death Proof (2007) o Pulp Fiction (1994) se aleja de todas las convenciones de Hollywood y de cualquier rastro de lo políticamente correcto; y lo hace través de un espectáculo grotesco, poseído por la irrefutable madurez de un director que siempre ha hecho lo que le ha dado la gana, con alma de cine blaxploitation –donde las personas de raza negra dejan de ser afroamericanos para pasar a ser niggers– y alzando la bandera temática de la esclavitud y lo que de ella se desprende.
Con el referente explícito de Django (Sergio Corbucci, 1966), uno de los títulos del western europeo más influyentes, Tarantino construye un relato, ambientado un par de años antes de la Guerra Civil Americana (1861-1865), en el que se respira las ansias de libertad -y venganza- de una raza que ha padecido demasiado tiempo la esclavitud. Dicho pueblo encontrará a su máximo representante en Django (Jamie Foxx) cuando el cazador de fugitivos King Schultz (Christoph Waltz) lo deje en libertad a cambio de que le ayude a dar caza a unos asesinos. Sin embargo, lo que empieza como una colaboración puntual, se torna en algo mucho más serio cuando Django le pide ayuda a su socio para rescatar a su esposa, Broomhilda Von Shaft (Kerry Washington), bajo el dominio del indómito Calvin Candie (Leonardo DiCaprio). El guión, cuya sello tarantiniano es ya reconocible desde sus títulos de crédito, va incrementando su intensidad a medida que se va consumiendo. Así, a pesar de su atractivo comienzo, la película no termina de alzar el vuelo, de regalar a los incondicionales del estadounidense esas riadas de sangre, locura y perversión hasta los últimos 45 minutos de un espectáculo de más de 160. Antes, el film se diluye en escenas innecesarias, incomprensiblemente alargadas -la cena en el interior de la mansión de Candie debe ser una de las escenas más interminables que este cronista es capaz de recordar- y carentes del factor sorpresa suficiente. El metraje desmedido, por tanto, hace perder fuerza y ritmo a una película que, a nivel temático y argumental, daba para mucho más.
A pesar de aburrir en varios momentos y de situarse a años luz de las mejores piezas de su filmografía, Tarantino salva los trastos gracias a un reparto tan carismático como entregado -mención especial para Leonardo DiCaprio, a pesar de que haya que esperar más de una hora de metraje para disfrutarlo, y también para Christopher Waltz, en la mejor interpretación de su carrera junto a la de Malditos Bastardos (2010) y Un dios salvaje (Roman Polanski, 2010)- y a una selección musical que incluye temas de la leyenda viva y prolífico compositor italiano Ennio Morricone, de Bacalov -que ya incluyó algunas de sus canciones en el díptico Kill Bill (2003-04 respectivamente)- o de temas clásicos como el Para Elisa, de Beethoven. Pero por lo que la película sale tremendamente reforzada es por lo bien que se maneja Tarantino es las escenas de tiroteos; es entonces cuando el espíritu carnal del director sale a flote, remontando a una película no lo suficiente inspirada el resto del tiempo. El director filma, en efecto, un tramo final de alto voltaje, llevando a la máxima expresión -en forma de masacre- conceptos como la ira, la venganza y la justicia.
Con cameos de Franco Negro -el Django original- y del propio director incluidos, Django Desencadenado, atesora lo mejor y lo peor de su director: a su notable factura técnica y los agradecidos aderezos cómicos marca de la casa se mezcla la inevitable la sensación de un guión poco elaborado. En definitiva: Tarantino sigue sorprendiendo por sus sorprendente manejos de cámara, vertiginosos zooms y efectos visuales de todo tipo -especialmente el gran uso que se hace de un recurso tan frecuentemente denostado como la cámara lenta-, pero en este show visual retro, invadido por la nostalgia que profesa su autor por un género agonizante y en serio peligro de extinción, se echa en falta el carácter explícito, disparatado, que siempre ha definido a su creador. Otra vez será.
No creo que sea una peli irregular. Todo lo contrario. Lo que creo es que las dosis que impone Tarantino son de muy distinta índole. Nos empieza a adentrarnos en una especie de amistad para seguir con una de sus secuencias «sempiternas» (a mí no se me hizo larga la escena de la cena) y terminar con sus típicas masacres. Dosifica muy bien sus tiempos. Otra cosa es que atraigan más unas partes que otras.
Yo la encontré muy entretenida y se me pasó volando.
Un abrazo Pablo
Yo esperaba más, pero sigo manteniendo en que es una buena película. Me sigo quedando con su tramo final, su últimos 45 minutos que son donde Tarantino saca a relucir su vena más gamberra. Saludos!
Pablo, no puedo estar más de acuerdo contigo!!! Sabes que soy muy fan de Tarantino y debo decir que sentí un pelín de desilusión saliendo del cine… La gente hablaba maravillas del filme. En entrevistas hechas a la gente saliendo de las salas de cine se oía que en tiempo no habían visto nada tan bueno de Tarantino…!
Es evidente que la película no se hace pesada pq es puro entretenimiento pero le sobran minutos para mi gusto, y no sé por qué razón los personajes no acaban de tener la fuerza que suelen tener en sus películas. Esa sensación de héroe que tuve con Uma Thurman en Kill Bill por ejemplo, no la he sentido esta vez. Y no me quejo de las interpretaciones que son excelentes, pero algo no va como siempre. Quizás el ritmo de la película, o quizás yo no le he encontrado el gustillo al género western, no lo sé!
Y ese humor extraño que suele haber en sus películas solo lo encontré en el personaje de Waltz. Muchas risas en el momento «capuchas blancas» pero no iba acorde con el resto de la película para nada!
En fin, como bien dices: otra vez será! Yo seguiré siendo fiel 😉
¡Cómo me alegra estar taaaan de acuerdo contigo!
Al igual que tú, no creo que sea una película poco entretenida, al contrario, te mantiene enganchado durante buena parte de metraje, pero a mí se me hizo muy larga. ¿De verdad son necesarias más de 2 horas y media para contar lo que aquí se nos cuenta? Creo que Tarantino podría habernos dado un western de altura, épico y grande, y que se ha quedado a la mitad. Probablemente si la hubiese dirigido otro director la valoraría de otra forma, pero Tarantino es capaz de mucho más, y hay que exigírselo.
Yo también seguiré siéndole fiel, porque es uno de los directores con más personalidad y universo propio que hay ahora mismo en el cine. Menos mal que estamos de acuerdo, querida! 🙂 Un abrazo!! 🙂