El cuerpo

Siguiendo la estela de películas de cine negro clásicas de la década de los 40 y 50 y calculada hasta en sus más mínimos detalles, no cabe duda que El cuerpo (Oriol Paulo, 2012), está más cerca de ser un juego de intriga que una película en sí. Tomando como referente al mejor Hitchcock y tratando siempre al espectador como un ser inteligente -algo en lo que pecan, a menudo, este tipo de producciones-, el debut en la dirección de Paulo, guionista de la también notable Los ojos de Julia (Guillem morales, 2010), no ha podido ser más satisfactorio. Por un lado, porque su punto de partida, la desaparición de un cadáver de la morgue -escenario donde se desarrolla buena parte del film, lo que le confiere a la historia un halo de terror bastante logrado-, resulta tan estremecedor como eficaz a la hora de mantener enganchado al personal. Por otro, por la aparente sutileza con la que el director va regalándonos pequeñas pistas, detalles, con los que el espectador deberá elaborar su propio puzle o explicación de los hechos; una tarea nada fácil debido a sus constantes (e imprevistos) giros de guión y el carácter impredecible de una propuesta engrandecida por su final. 

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El film se sustenta en un trío protagonista de primer nivel en unos roles muy diferentes a los que nos tienen acostumbrados: el Inspector Peña (José Coronado en un papel atípico en la carrera, a pesar de interpretar nuevamente a un policía como en su anterior film: No habrá paz para los malvados -Enrique Urbizu, 2011-), encargado de averiguar qué se esconde detrás de la desaparición del cuerpo en el depósito de cadáveres; el codicioso científico Álex (un eficaz Hugo Silva), el principal sospechoso de asesinar a su mujer, y la multimillonaria Mayka Villaverde (Belén Rueda), cuyo cadáver nadie parece saber dónde está. La altamente atractiva y genialmente caracterizada -al igual que el resto de personajes- protagonista de El orfanato (J.A. Bayona), vuelve a demostrar que se mueve como pez en el agua en el terreno del misterio. Su enigmática (y relativamente escasa) presencia, así como su aire de femme fatale, la sitúa a la altura de las grandes del género, evocando por momentos a la mismísima Jean Simmons de Cara de ángel (Otto Preminger, 1952), la Virginia Mayo de Al Rojo Vivo (Raoul Walsh, 1949) o la Lauren Bacall de El sueño eterno (Howard Hawks, 1946). Se confirma, pues, que la presencia de Belén Rueda en cualquier película de suspense es un valor seguro tanto para la calidad de la obra como para su posterior taquilla. De hecho, El Cuerpo se ha convertido en una de las cintas españolas con más recaudación de la historia -más de 6 millones de €-, gracias también a la buena campaña de marketing de la que ha gozado en nuestro país. 

Otra de las grandes bazas de El cuerpo, además de que se muestra hábil a la hora de elevar la cota de tensión a medida que se va consumiendo el metraje, es que el director embarca toda su acción durante el transcurso de una sola noche y, además en prácticamente un único escenario. Algo, sin duda, nada fácil en una película de estas características. Luego está, evidentemente, el gran manejo que hace Oriol del tiempo y espacio narrativo, sobre todo en el empleo de unos flashback que trufan la obra y que son de gran ayuda a la hora de contextualizar los hechos. En esta línea, es obligatorio destacar también el gran trabajo de fotografía, capaz de diferenciar de forma notable las dos grandes atmósferas en las que se desenvuelve la acción: por un lado, las escenas de la morgue, presas de un ambiente opresivo, siniestro y asfixiante y, por otro, las relativas a los flashback, de tonalidad radicalmente diferente, mucho más luminosas, coloridas, dominadas también por la arrebatadora presencia de Belén Rueda. Este hecho ayuda a la película a conferir esa férrea personalidad de la que hace gala en todo momento. 

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Pero de lo que más se hablará de esta producción patria es de su apoteósico e impactante final, absolutamente inesperado, por el que la película gana varios enteros y termina de convertirse en algo grande. Con esta resolución, que obliga a un nuevo visionado, dejamos pasar por algo esa cierta estética de telefilm que no le beneficia en absoluto -lo que evidencia que a nivel de producción El cuerpo podía haber resultado mucho más ambiciosa-, un uso indiscriminado de los primeros planos, el carácter inverosímil de algunas de sus situaciones -la de la copa de vino del baño se lleva la palma- o la aplastante falta de química entre el matrimonio formado entre Mayka y Álex. No obstante, el resultado es un espectáculo capaz de ser digerido con asombrosa facilidad gracias a una trama expuesta con meridiana claridad que, gracias también a su sinfín de sobresaltos y su habilidad para no mostrar quiénes son los buenos ni los malos hasta el último instante, dejará muy buen sabor de boca a todos los amantes de este tipo de relatos. Muy recomendable. 

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