La ópera prima del director J.C. Chandor, Margin Call (2011), sigue la estela de producciones tipo Inside Job (Charles Ferguson, 2010) o The company men (John Wells, 2011) a la hora de aprovecharse de la actual coyuntura económica para su argumento. Con un comienzo en el que se retrata cómo un trabajador es despedido de una gran empresa que opera en las altas esferas de Nueva York, es imposible evitar compararla con la obra de Wells o con el clásico español Los lunes al sol (Fernando León de Aranoa, 2002), a pesar de que la obra de Chandor no se centre exclusivamente en el drama del paro y su más ferviente objetivo sea el explicarnos el origen y las causas de un sistema financiero que ha erosionado de la peor de las maneras. Para ello, el director cuenta con un elenco de actores más que consagrados en el arte interpretativo que disfrazan, en muy buena medida, una producción independiente -algo que se nota especialmente en su escaso presupuesto y sus limitados escenarios-. Nombres como Kevin Spacey, Jeremy Irons, Paul Bettany o Demi Moore brillan con luz propia en una película en la que el director demuestra plena confianza en sus actores.
El detonante de la acción de este thriller ambientado en los rascacielos de Wall Street se produce cuando Peter Sullivan (Zachary Quinto), un analista financiero, anuncia que la empresa para la que trabaja atraviesa graves problemas económicos, hasta el punto de encontrarse al borde de la ruina. Será entonces cuando las vidas de todos los trabajadores relacionados con la misma den un vuelco radical. A raíz de este hecho, el film irá elaborando una compleja radiografía de cada uno de sus personajes principales, evidenciando su carácter (excesivamente) coral y poniendo sobre la mesa cuestiones de rabiosa actualidad: ¿quién tiene la culpa de este descalabro financiero?, ¿cómo hubiésemos actuado nosotros de estar al frente de una potente compañía en el pulmón económico mundial? En este sentido es palpable la crítica al capitalismo que esboza una película que también da voz -y argumentos convincentes- a los altos cargos, supuestos artífices de la tragedia, aquí interpretados por unos muy convincentes Irons y Bettany.
No obstante, el problema de Margin Call es que carece de los diálogos lo suficientemente hirientes para evitar que acabe convertida en una película más sobre la crisis satisfecha con el hecho de quedarse en la superficie más que un demoledor documento crítico con un sistema al que nunca llega a demonizar lo suficiente. A pesar de hacerla accesible hasta a los menos entendidos de economía -gracias a mostrarse alérgica a las expresiones excesivamente técnicas y optar por explicar la crisis al espectador con un lenguaje llano y directo- el gran problema de Chandor, autor también del guión, es que no le saca todo el jugo posible a un drama que podía haber dado mucho más juego. Al final, es inevitable sentir cómo se ha pasado de puntillas por un tema tan candente como el que aquí se aborda, provocando que el retrato que se ofrece de las horas previas a la crisis esté filmado desde una óptica distante, sin involucrarse de lleno en dicha temática o mostrando, con más precisión, el proceso de desmoronamiento del imperio en el que está ambientada. Tampoco sale beneficiada por su aire excesivamente teatral -debido sobre todo a que la gran mayoría de escenas están rodadas en interiores- y la falta del ritmo y la frescura suficientes en determinados pasajes, convirtiendo a una obra de, no obstante, inteligente escritura, en un espectáculo tedioso -y más pretencioso de lo que debería- que ni el lujoso diseño de producción ni la elegantísima fotografía consiguen salvar.
No obstante, Margin Call -expresión que hace referencia a la llamada de margen que le hace un bróker a un inversionista que no cuenta con dinero suficiente para llegar a su margen y que, por consiguiente, corta sus posiciones-, es un proyecto dirigido con mano firme por parte de un director al que habrá que seguir la pista en el futuro. Nominada al Oscar al mejor guión original y a pesar de desaprovechar una oportunidad de oro a la hora de arrojar algo más de picardía sobre los llamados tiburones financieros -a pesar de escenas tan significativas como la última-, la ficción de Chandor sigue siendo una película oportuna, necesaria y comprometida con los tiempos que corren. Y eso de que, en el fondo, de lo que estamos hablando es de temas tan atemporales como la moralidad, la ética y la justicia.
buena pelicula plan documental buenas actuaciones, entretenida sin efectos raros.
un poco liosa a veces, con algún enredo argumental no muy cuidado, pero en general muy buena película. Y necesaria para los tiempos que corren.