The Company Men

Quien recurra a The company men (John Wells, 2010) seducido por el oportuno y atractivo argumento del típico padre de familia que, de la noche a la mañana, es despedido de su empresa y deberá ingeniárselas para sobrevivir, con toda seguridad se sentirá estafado. Conviene advertir a este espectador que el debut en la dirección del productor de televisión Wells es, en efecto, una cinta engañosa que de nada le sirve tomar el drama del paro como telón de fondo cuando el protagonista de la función, Bobby Walker (Ben Affleck), se nos vende como un tipo que, de golpe y porrazo, se verá abocado a dejar de vivir en su mansión, conducir su lujoso coche o asumir, como si de una catástrofe nacional se tratase, que su hijo ya no podrá jugar más con la X-Box. ¿En serio es posible empatizar con alguien así? Habrá quien diga que el objetivo del director es prestar atención a cómo la crisis económica golpea no a esos millones de familias con dificultad para llegar a fin de mes, sino única y exclusivamente a la clase alta. Así que, de entrada, cualquier conexión con sus protagonistas es mera casualidad.

Los responsables de The company men parecen no darse cuenta que, acotando el drama del desempleo a esos altos ejecutivos adinerados y haciendo caso omiso a ese mayoritario conjunto de población que ni siquiera se replantea vender sus millonarias posesiones porque ni siquiera las tiene, resulta cuanto menos peculiar. Es imposible, pues, establecer algún vínculo o sentir la más mínima compasión con estos millonarios obligados a frenar su frenético tren de vida. De esta forma, The company men no va más allá del simple arañazo, sino además deja escapar una oportunidad de oro para indagar en los orígenes de la propia crisis económica que, por ejemplo, tan bien exploró la magistral Inside Job (Charles Ferguson, 2010). Tampoco ayuda su ineficacia a la hora de aportar algo de calidez emocional o de solidez dramática al conjunto; el resultado es una obra fría, distante e incluso por momentos, apática. Así las cosas, The company men desaprovecha su oportunidad de convertirse en una eficaz radiografía de nuestro tiempo como sí lo era la superior Los lunes al sol (Fernando León de Aranoa, 2002), donde sus protagonistas pueden que no tuviesen la alta cualificación que los retratados aquí, pero donde uno sólo de sus fotogramas desprende más verdad y conectan más con nuestros instintos que todos los filmados por Wells.

Así las cosas, el único gancho temático por lo que la película puede ser salvada sería por poner al descubierto la sucia y podrida mentalidad de buena parte de la clase alta americana. Las escenas de un Walker desesperado por la falta de empleo rechazando un puesto de trabajo en una oficina de la Administración Pública porque ¡sólo! le pagan 65.000 dólares al año o ese otro fragmento en el que rechaza trabajar de albañil porque «no me veo poniendo clavos» cuando, un par de escenas después, se confiesa angustiado ante su esposa porque lleva tres meses en búsqueda de empleo, son bastante ilustrativas. En cualquier caso, si realmente esta era la pretensión de un Wells también guionista, resulta un argumento en el que nunca se hurga lo suficiente, quedando diluido en medio de una trama de simplicidad aplastante, donde cualquier amago de abrir en canal la compleja estructura del capitalismo -al fin y al cabo el génesis de toda la historia- es, como mínimo, una quimera.

Entonces, ¿qué es lo que salva de la hoguera a The company men? Pues que, moralinas aparte, se le nota rodada con oficio y cierta ambición. El nivel escénico, la fotografía, el empeño visual del director y, en definitiva, el empaque formal del conjunto es más que notable, elevando considerablemente a una película también beneficiada por su cierto aroma de cine independiente, a pesar de contar con uno de los cast más espectaculares de los últimos tiempos. A Ben Affleck, hay que sumar los siempre eficaces, aunque algo desaprovechados, Tommy Lee Jones, Kevin Costner, Maria Bello o Chris Cooper. Al final lo que queda es un relato poco aconsejable para quienes esperen encontrar soluciones al drama del desempleo, pero que, en ocasiones, funciona a la hora de retratar la hipocresía y la falta de apego a la realidad de la clase alta americana. 

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