Cada vez que Lasse Hallström estrena una película, los medios de comunicación y la publicidad se empeñan en recordarnos que es el mismo responsable de Las normas de la casa de sidra (1999) y de Chocolat (2000). Algo no casual, puesto que en medio de una irregular filmografía, son los dos títulos más destacables y ambiciosos del cineasta sueco, también responsable de las notables Una vida por delante (2005) y La pesca del salmón en Yemen (2011). En lo que concierne a Chocolat, y como la propia protagonista del film, Hallström se erige como un eficaz artesano, capaz de cocinar el relato a fuego suave, sin estridencias y dejando constancia de uno de sus más característicos sellos de autor que marca la mayor parte de su filmografía como es ese potente perfume a fábula de las de toda la vida -no sólo por la propia voz en off que nos narra la historia, sino que aquí incluso encontramos referencias más que evidentes a cuentos como el de Caperucita Roja-. Bien ambientada y mejor interpretada, esta coproducción entre Estados Unidos y el Reino Unido es una película sobre esas pequeñas sensaciones que, una vez las pruebas, marcan tu vida a fuego, como pueden ser ese olor a antiguo que emanaban las casas de nuestras abuelas, esas noches de pleno invierno al respaldo de una lumbre o el calor que desprende una taza de chocolate caliente que sujetamos con las manos. Estamos, pues, ante una cinta construida sobre ese poso de cuento de hadas de los de antaño, de aroma nostálgico y sabor agradable, que no termina de decantarse entre el cine de época, el drama o la comedia. Quizá porque Chocolat funciona como un fiel reflejo de la vida misma, donde hay un poco de todo.
Basada en la novela homónima de Joanne Harris, Chocolat desgrana la historia de dos forasteras, Vianne Rocher (Juliette Binoche) y su hija Anouk (Victoire Thivisol) que llegan a una población francesa conservadora, Lansquenet, con el fin de montar una chocolatería donde Rocher demostrará que tiene el don de encontrar el dulce adecuado para cada persona, satisfaciendo así sus necesidades. El alcalde del pueblo, Comte De Reynaud (Alfred Molina), no ve con buenos ojos a la recién llegada, mucho menos que haya abierto su negocio en plena cuaresma, una época en la que está prohibido el consumo de chocolate. Pero esta madre y su hija, que no están dispuestas a seguir las tradiciones, revolucionarán un pueblo anclado en unos oxidados principios, y supondrán un soplo de aire fresco para toda esa genial galería de personajes costumbrista de la comarca. Por tanto, el film, usando como pretexto esa sociedad francesa de la década de los 50 en la que se ambienta, ofrece una cierta carga de crítica social fácilmente extrapolable a nuestros días y que tiene como objetivo las fatales consecuencias de las formas de gobierno rígidas, excesivamente férreas y, por consiguiente, hipócritas. Quizá el retrato que se haga al respecto sea simplista y sin la profundidad suficiente, pero tampoco es objetivo del director indagar más en un asunto sobre el que tan sólo pretende ofrecer cuatro brochazos.
Admirable y sólidamente construida, Chocolat es por encima de todo una película amable, muy del estilo de un director fetiche de las historias capaces de conmover al ser humano. Para ello, además de apostar por una gran factura técnica, siempre suele rodearse de grandes intérpretes, como Juliette Binoche en este caso -cuya delicadeza y aspecto dulce la hacen idónea para su papel-, rodeada de figuras de primer nivel como Judi Dench o Johnny Depp -éste último se usó como gran reclamo comercial de la cinta a pesar de su poca presencia en ésta-. Todos los actores encajan perfectamente en sus papeles, haciendo creíbles unos roles que, en el fondo de nuestra consciencia, se nos antojan imposibles en la vida real. Pero el espectador asume este hecho y disfruta de lo que le están contando, quizá porque el microcosmos de pequeñas historias que conforman Chocolat -y que se nos sirven con tacto y gusto exquisito- son tan adictivas como el mejor de los culebrones: romances, malos tratos, injusticia, acertados golpes de humor… incluso una moraleja final que aboga por la tolerancia y el derribo del pensamiento único. Todo servido mediante un envase caracterizado por escenas de corta duración, gran agilidad y en la que siempre se tiene la sensación de que no sobra ni falta nada a pesar de sus dos horas de duración. Lo que viene siendo un brillante ejercicio de concisión
Dedicada a Mike Roberts -prestigioso operador de cámara que falleció mientras se rodaba la película-, quizá algunos la tachen de predecible, de tópica y exenta de capacidad de asombro, y aunque en parte puede que sea cierto, pesa más el hecho de estar ante una narración que fluye con determinación, con pulso firme, sin apenas arritmias, con la inexorable virtud de envolvernos en su enjambre de pesares cotidianos y conflictos varios desde el primer minuto, haciéndonos partícipes de la vida de estos lugareños. Y, cómo no, cómo obviar su indescriptible halo mágico y enigmático por el cual es capaz de dejar tan buen sabor de boca en el espectador, como esas delicias de chocolate que prepara la propia protagonista de la película.
Como chocolatero y gran enamorado del chocolate (si algún día me dice el médico que soy diabético, me muero), me sorprendió gratamente la película y mira que no sigo mucho a su director Lass cuyo apellido es imposible de escribir. Como gran fan de Deep. Para mi los grandes protagonistas de la películas son esos dulces de chocolate tan buenos que hacen.
En lo de la diebetes estamos de acuerdo! jaja Como bien puse en la crítica, creo que la película ha de verse con una buena taza de chocolate caliente al lado! Ésta sabía que ibas a comentarla porque eres gran fan de Deep. Aunque todos los actores están fantásticos en la peli.
Una cinta deliciosa!!! Binoche siempre está increíble, da igual el actor, la pareja que le pongas al lado, siempre hace que parezca perfecta. El casting es muy acertado en todos los personajes. Una muy buena recomendación Pablo!
Comparto lo que dices de Binoche…es una de las actrices más grandes que hay actualmente. La película es una placer para todos los sentidos, especialmente para el gusto! jaja Yo recomiendo no verla cuando se está a dieta porque menudo antojo a chocolate que entra…jeje Un beso!