El director de cine Ang Lee se metió, tal y como reza el subtítulo en español de Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005), en terreno vedado al rodar un film que ha sido catalogado como el primer western gay de la historia. Dejando al margen lo injusto que resulta que una historia sobre la lucha contra la moralidad dominante, los deseos reprimidos, la incapacidad de expresar unas emociones sepultadas y el demoledor poder del afecto sea resumida a esta triste, simple y llana condición, lo que más llama la atención es que Hollywood, territorio de marcada tradición homófoba, haya tardado décadas en dar luz verde a un relato cien por cien homosexual. Nominada a 8 Oscar -de los cuales ganó Director, Banda Sonora Original y Guión Adaptado-, estamos ante una superproducción sobre las vicisitudes de dos cowboys que deberán luchar contra su verdadera condición sexual en una época no exenta de prejuicios. Tras conocerse en plena década de los 60 en Wyoming, el director penetrará en el corazón de estas dos almas solitarias -y, de paso, golpeará al espectador también en lo más hondo- acompañándolos durante un viaje de 20 años, el ciclo que abarca su historia de amor. Pero, como alguien dijo alguna vez, hay romances que no acaban nunca.
Brokeback Mountain ya nació envuelta en polémica: a los sectores más conservadores les resultaba inconcebible que un entorno tan aparentemente rudo y viril como lo es el salvaje oeste, con unos protagonistas pegando tiros en su constante y particular lucha contra el mal, sirviese para albergar una historia sentimental entre dos hombres. A mí, personalmente, me parece fruto de la ignorancia, y me hace replantearme si esta sociedad es tan avanzada como quieren hacernos creer; si realmente Hollywood se ha desprendido de todas las etiquetas anti-gays que lleva grabadas a fuego desde sus orígenes; hecho que se materializó otorgando el Oscar a la irregular Crash (Paul Haggis, 2004) antes que a la película de Ang Lee, una de las decisiones más injustas de estos galardones. Pero reconocimientos aparte, lo que es innegable es que Brokeback Mountain es un relato que atrapa desde el primer minuto, donde ya el peso de las miradas tiene una importancia suprema, mucho más que los propios (y escasos) diálogos. Lee se deja arrastrar por la fuerza de unas líricas imágenes de exultante belleza, unos paisajes de ensueño, unos nostálgicos y profundamente emotivos solos de guitarra y unas desgarradas actuaciones del fallecido Heath Ledger (Ennis del Mar) y Jake Gyllenhaal (Jack Twis), así como de las excelentes actrices que interpretarán a las mujeres que los acompañarán en su doble vida: Michelle Williams (Alma) y Anne Hathaway (Lureen Newsome), respectivamente, y con las que tendrán a sus hijos.
Basada en la novela homónima de Annie Proulx, llama la atención la firmeza con la que el director asiático ofrece su controvertida propuesta; filmada con mano de hierro, con una precisión apabullante, Lee no se deja arrastrar en ningún momento por el morbo barato -ni siquiera en las escenas de sexo, tan duras como necesarias- ni por la gratuidad de ninguna de sus escenas, y ofrece una historia que sale del corazón, apta tan sólo a los públicos con un nivel de sensibilidad por encima de la media. No todo el mundo es capaz de ponerse en el pellejo de dos protagonistas atrapados en un incierto universo en el cual no saben cuánto tiempo podrán aguantar, sobrevivir. Ennis del Mar y Jack Twis navegan contracorriente en una sociedad que, como esas -nada casuales- ovejas que ambos vaqueros se encargan de cuidar en la primera parte del film –ese grueso fragmento en el que ambos se conocen y enamoran-, avanza muchas veces por el caminos menos arriesgado, por el más transitado. Las personas convertidas en carne de rebaño, en pasto de la ineptitud e inconsciencia, en el más nítido ejemplo de la palabra ignorancia en su máxima expresión.
Más allá de su importancia cultural -ya no sólo en el colectivo gay, sino en los anales del séptimo arte-, de su condición de clásico instantáneo y una puesta en escena formal a la altura de los grandes títulos de la historia del cine, lo que hace grande a Brokeback Mountain son sus lapidarios diálogos, fiel reflejo del arrollador drama que hay detrás. Así, frases como: “Esto solo ha ocurrido una vez. Yo no soy marica” -asegura Dennis del Mar a su compañero, con el que acaba de mantener relaciones, en un intento de negar su propia condición que el esquivo y mentalmente inestable-; ese «Ya nos veremos» -en el momento de la despedida, una vez finalizado el verano, sabiendo que es hora de volver a sus rutinas y de guardar en sus entrañas lo que realmente sienten-; o ese otro: «¿Vernos cada cuatro años? ¿Hasta cuando?» -pregunta Jack a Dennis tras reencontrarse después de cuatro años, a lo que el otro responde: «Hasta que aguantemos», llegan grabados a fuego no sólo el inmenso poder de la palabra a la hora de transmitir emociones, sino la esencia del gran cine. Eso sí, no se debe confundir lentitud narrativa -a pesar de que la primera media hora sea algo tediosa- un relato en el que el director se toma su tiempo con el fin de que el espectador logre empatice con su pareja protagonista, comprender sus miedos e inseguridades y sentirse también prisioneros de esa red que les asfixian y oprimen, quizá hasta la propia muerte. Brokeback es a Dennis Jack, lo que Los puentes de Madison (Clint Eastwood, 1995), a Meryl Streep, esto es, el lugar del amor más puro, ese que llevarían grabado a fuego sobre sus conciencias el resto de sus días. Ese efímero periodo de tiempo en el que se conocieron, alejados del mundanal ruido, y el resto del mundo no importaba.
En definitiva, a través de un tratamiento serio y responsable de un tema espinoso -lo que ha provocado que haya sido carne de la siempre deleznable censura, como la televisión pública italiana, que no dudó en censurar las escenas más íntimas entre los protagonistas-, Brokeback Mountain se erige como una historia acerca de lo que es amar de verdad, de lo que significa enamorarse. No es una historia destinada únicamente, como piensan algunos, al colectivo gay, sino sobre cómo los convencionalismos pueden condenar a dos seres inocentes cuyo máximo delito fue sentirse correspondidos el uno por el otro. «Dudo que podamos hacer nada», le contesta Dennis a Jack, sabiendo que el peso de los prejuicios es aún más fuerte que el afecto que se profesan; unos prejuicios que son atemporales. Y es que, si nos preguntáramos cuanta hipocresía de la época en la que se desarrolla el film queda en nuestra sociedad actual más de uno se llevaría un susto.
Me sorprendió que las escenas de sexo me parecieran sumamente románticas, una historia de amor imposible contada con mucha sensibilidad. Un drama en definitiva.
Y debo decir que Crash también me gustó mucho!
Hola Cintia! Sí, es un drama en toda regla, más bien un «dramón», jaja. Y que conste que a mí también Crash me gustó mucho, pero al lado de Brokeback Mountain creo, desde mi humilde opinión, que no se merecía el Oscar. Cuestión de gustos, como casi siempre en el cine 😉
Porque todo el mundo se merece un recibimiento como el de Ennis a Jack.
Me encanta Brokeback Mountain 🙂
(A mi también me gustó Crash)
Me alegro de que te guste Brokeback Mountain. Es de mis películas favoritas y no me canso de verla. Y en cuanto al recibimiento…sin palabras. Como también se queda sin palabras la mujer de Ennis cuando los pilla! jaja Momentazo en toda regla!!
La de antes soy yo 🙂
Mensaje recibido! 😉
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Un saludo
Es una excelente película, una historia de un amor imposible, y ése beso luego de 4 años sin verse, es simplemente sublime, apasionado, romántico, me gusta mucho el cine de Ang Lee.