Dicen que la realidad supera a la ficción. Es por esto que Michael Moore no necesitó inventarse ninguna rocambolesca historia o suceso insólito para poner en marcha su proyecto Bowling for Columbine (2002). Bastó con denunciar, dentro del género documental, un acontecimiento tan real como que en Estados Unidos todos los años mueren 11.127 personas por motivos de armas de fuego. Lo que se pretende elaborar a partir de aquí es un ejercicio de dura condena a una sociedad americana que, de cara al mundo exterior, se nos muestra sofisticada, presa del glamour e icono de la modernidad, pero que en realidad está a años luz de estos conceptos: la América que se nos muestra en este documental, de temática puramente social y basado cien por cien en hechos reales, es una América en la que su gente vive apoderada del miedo; un miedo que es el principal motivo de que la mayoría de los habitantes de este país tengan una pistola en su hogar. Porque, tal y como aseguran los defensores de esta práctica, «si tú no proteges a tu familia, no lo va a hacer nadie».
Uno de los grandes aciertos de este premiado trabajo-premio Oscar y Cesar incluido- es dar voz a todas las posturas en cuanto a la tenencia de armas se refiere. Así, por un lado, Moore entrevista personalmente -apareciendo en el relato no sólo a través de su voz en off, sino también fisicamente- a partidarios («duermo con una Magnum 44 debajo de la almohada», dice uno de ellos) y detractores por igual de este hecho, además de a expertos en la materia como sociólogos. Además, se centra especialmente en algunas de las víctimas de la tragedia en el instituto Columbine en 1999, donde dos jóvenes dispararon contra varios de sus compañeros a sangre fría. El documental busca en todo momento empatizar con el espectador, y para ello intenta transmitir la mayor naturalidad posible; así, no es casual su tono amable y distendido y que comience hablando sobre la cotidianedad: «Era una mañana típica en los Estados Unidos de América…». Moore nos advierte así que lo que vamos a presenciar no son hechos aislados, fenómenos ocasionales, sino que el cada americano disponga de un arma en su casa en algunos Estados es casi obligatorio, llegando a estar recogido incluso en la Constitución o hasta el punto de regalarte una pistola por abrirte una cuenta bancaria. Una muestra más de lo fácil que resulta adquirir un arma de fuego en unos EE.UU donde su venta se ha disparado en los últimos años.
Escrito, producido y dirigido por Michael Moore, el cineasta, volcado activamente en el proyecto, mezcla testimonios reales con imágenes de archivo, así como también dibujos animados para intentar de amenizar el conjunto. Destaca, también, su exhaustiva labor de documentación, no sólo a la hora de conseguir ponerse en contacto con los entrevistados, sino a la hora de conseguir cifras oficiales. Además, tal y como ocurrió también en el posterior Fahrenheit 9/11 (2004), aprovecha el pretexto de la masacre de Columbine no sólo para reflexionar acerca sobre si la legislación americana debería penalizar o no el poseer un arma en tu propio domicilio, sino además extrapola el documental a una reflexión sobre la violencia en la sociedad americana y las causas que la originan. Lanzando también sus dardos envenenados a la política Bush -recogiendo algunas de sus intervenciones más sonrojantes-, de la que Moore siempre se ha mostrado crítico como demostró además en Fahrenheit 9/11, el director pone sobre la mesa varios culpables de esta violencia que hace que los americanos no se sientan seguros si no disponen de un arma de fuego en su poder: desde la televisión o los cómics, pasando por los videojuegos, la ruptura de la unión familiar o incluso a la música rock, concretamente a la figura de Marilin Manson. Precisamente es la propia entrevista con el extravagante cantante la que ocupa los minutos más interesantes de este comprometido trabajo; el artista se muestra lucido y, sin intentar siquiera defenderse de todos los que lo acusan de fomentar la violencia, ofrece alguna de las claves de todo este asunto. Tampoco se libran de fomentar esta violencia que se respira en las calles americanas los medios de comunicación y su tendencia a destacar siempre los sucesos más trágicos, que suelen provocar a su vez un aumento de las ventas. ¿Son los mass media los responsables de esa cultura de miedo que se ha instalado en los habitantes de los EE.UU? El documental también intenta arrojar luz en este punto.
Haciendo un repaso a algunos de los acontecimientos de la historia reciente que han marcado a Estados Unidos -desde la era Pinochet, hasta la invasión de militares en Irak o el ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York-, Michael Moore dota de ritmo un documental y abre su ángulo de visión lo máximo posible. Sin embargo, no evita la excesiva sensación de que, en determinados fragmentos, parezca estar rodado con una cámara doméstica. También le resta puntos al conjunto una cierta tendencia al sensacionalismo o a una manipulación de los datos -el ejemplo más nítido de esto se palpa cuando se está comparando el nivel de muertos por armas en diferentes países; ignora que es imposible de comprar un país como Francia con Estados Unidos, donde la diferencia de habitantes es de millones-. No obstante, además de por sus otras virtudes, sólo por el testimonio real del mítico Charlton Heston merece la pena el visionado de este interesante trabajo; el actor, firme partidario de la tenencia de armas y miembros de la Asociación Nacional del Rifle, suelta algunas perlas como: «sólo me arrebatarás la pistola muerto» o «da seguridad saber que tengo un arma cargada en mi hogar». Aunque lo más impactante es la entrevista que mantiene, cara a cara, con el propio Moore; éste le pregunta a qué atribuye esa oleada de violencia que vive América y el protagonista de Ben-Hur (William Wyler, 1959) responde: «Lo atribuyo a la mezcla étnica». Segundos después, y ante el desconcierto del director, Heston abandona la sala de reunión en mitad de la conversación, quizá porque sabe que ha quedado retratado para el resto de sus días. Lo que sí está claro es que, tal y como se nos dice en el documental de la mano de un padre de una de las víctimas de Columbine, «algo falla en este país cuando un niño puede empuñar un arma tan fácilmente y disparar una bala a otro niño en plena cara. Como le ocurrió a mi hijo». Y no es una ficción.