Antes de que Sam Raimi fuese conocido por el gran público por rodar esa magnífica trilogía de Spiderman (2002, 2004 y 2007), el cineasta ya había escrito y dirigido películas tan recordadas en la década de los 80 como Posesión infernal (1981). Hoy, más de treinta años después, esta historia demoníaca es todo un título de culto, una joya cinematográfica que respira el mejor aroma del cine de terror B. Inquietante, desagradable y divertida a partes iguales, esta película -que dio inicio a una trilogía: Evil Dead II (1987) y Evil Dead III (1992)- destaca por su originalidad y por una permanente optimización de los escasos recursos con los que contaba Raimi para rodarla. Así, partiendo de un presupuesto ínfimo, durante tres meses se rodó una película que no escatima en clichés y tópicos del género -casas malditas, exorcismos, sustos fáciles…-, pero que fue, a la misma vez, tremendamente innovadora en su época.
Siguiendo la premisa argumental a la que ya fueron fiel otras películas de la época de temática similar, -la referencia más directa es Viernes 13 (1980), rodada tan sólo un año antes- Posesión infernal cuenta la historia de un grupo de cinco jóvenes que van a pasar la noche en una cabaña en mitad del monte. Fuera acecha una terrible tormenta -con unos impagables rayos artificiales, pura serie B-. Para pasar el tiempo bajan al sótano, donde encuentran varios objetos misteriosos, entre ellos un magnetófono que no dudan en poner en marcha. Así, se empieza a recitar algunos pasajes de El libro de los muertos. Lo que ocurrirá a continuación será un festín gore, tan salvaje como animalesco, sangre a raudales e infinita locura. Todo un cóctel que no defraudará al más acérrimo seguidor del cine de terror.
El espectador es sorprendido por una presencia que no se se materializa en ningún momento de la película, sin que por eso se deje un segundo de generar tensión. La técnica a la que recurre Raimi es magistral: una cámara en permanente nerviosismo, subjetiva en la mayoría de los fragmentos, involucrando a la presencia maligna en la historia sin que llegue a mostrarse físicamente. Son imborrables esos repetidos planos en la que la cámara observa por fuera todo lo que acontece en el interior de la cabaña a través de las ventanas, como si fueran los ojos de esa cosa lo que realmente está mirando.
Galardonada con los Mejores Efectos Fantásticos en el Festival de Sitges en el año 1982 y contando entre su equipo técnico al prestigioso Joel Coen, Posesión infernal contiene ecos de grandes títulos del género de los 70. Así, cintas como El exorcista (William Friedkin, 1973) o La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974) quedan homenajeadas en esta obra que derrocha talento por los cuatro costados. De la primera toma su temática, con el demonio como ese ser encargado de mover los hilos y generar terror, y a la segunda le dedica guiños cinéfilos como ese plano de la sierra mecánica prácticamente calcada a la usada por Leatherface para descuartizar a sus víctimas. Llama la atención que, en este caso, una de las principales armas para el ataque sea un simple lápiz, con el que una de las jóvenes allí reunidas empezará a atacar al resto, protagonizando alguna de las escenas más fuertes como logradas del film (ese lápiz hundiéndose en el tobillo).
Algunos acusarán a la película de contener aspectos que podrían ser mejorables -lo que no significa que sean defectos-, como pueden ser: descafeinados decorados, unas penosas actuaciones, unos efectos especiales rocambolescos, un maquillaje que de tan exagerado podría resultar ridículo… ante lo que no hay que olvidar que se trata de algo de lo que el director era plenamente consciente. En otras palabras, esa fue su intención. Quizá si esta película, de sucia fotografía, hubiese contado con más medios y más presupuesto, hubiese dejado de tener ese inconfundible aroma a terror de serie B que es hoy lo que la hace tan especial. E inolvidable.
Otro de los puntos a favor de este clásico de los 80 es su breve duración -apenas 80 minutos- con la que logra condensar en este corto espacio de tiempo todo el horror que alguien puede imaginar. No hay un segundo de respiro, un ápice de aburrimiento en una obra que sentó muchas de las bases del género de terror tal y como hoy lo conocemos. O dicho de otra forma: una película sin la cual las películas de género rodadas desde entonces no hubiesen sido lo mismo. Pocas, desde luego, tienen su encanto.
Me encanta esta peli, la tengo en Edición Especial en mi estantería y bueno, decir que es super divertida y escalofriante (a ver quien se atreve a verla de noche en una casa de campo, por ejemplo), además tiene detalles como el Necronomicón, un libro que nace de la mitología del escritor de culto H.P. Lovecraft y que fue y ha sido buscado como real en nuestro tiempo, de hecho, aparece en algunos inventarios y bibliotecas como real…
Buen análisis, has acertado de lleno.
Curioso eso que dices! A mi me ha sorprendido que hay muchísima gente que no conoce esta película, cuando es todo un clásico de los 80. A ver cuándo me dejas esa Edición Coleccionista que promete! jeje, De Lovecraft he leído su libro «El Alquimista y otros relatos», poco más conozco de él.
Me alegra que sigas atento al blog. Y muchas gracias por tu comentario!! Espero con ansia tus sugerencias!
Un fuerte abrazo!